sábado, 26 de enero de 2013

Una interpretación estéticamente dolorosa: Amour.


Una interpretación estéticamente dolorosa: Amour, de Michael Haneke.
Michael Haneke: Amour, ARD Degeto, Bayerischer Rundfunk, Centre National du Cinema et de l'Image Animee, Cine Plus, CNC/FFA Minitraite, Eurimages, Filforderungsanstalt, Filmfonds Wien, France 3 Cinema, France Televisions. Francia, Alemania, Austria.  127 min. 2012.


               

La ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes estará –si Dios quiere y los Multicines locales lo permiten- próximamente en cartelera. Nominada a 5 Premios de la Academia, incluyendo mejor película, mejor actriz principal y mejor director, Amour (2012) es también la última producción de Michael Haneke, celebrado autor de La Cinta Blanca (2009), Funny Games (2007) y La profesora de piano (2001), y que a estas alturas se ha convertido en un ícono en la nueva generación de realizadores. Con una indiscutible buena factura y el mayor detalle estético, con Amour Haneke nos da cuenta de un ejemplo de cómo hacer buen cine, una suerte de fructífera síntesis de todas las lecciones legadas por los maestros del séptimo arte. Así pues el austriaco lleva la posta –sin dejar de imprimir su particular estilo-  de lo que se pudiera definir como el mejor cine clásico. 

Preocupado por las más grandes inquietudes de nuestro tiempo, el director se ocupa una vez más de la frágil condición humana y de lo que Herman Meville habría llamado la metafísica del mal. En esta ocasión el director sitúa sus angustias morales en la difícil relación –amorosa– de dos ancianos, Georges (Jean-Louis Trintignant) y Anne (Emmanuelle Riva), quienes, a causa de la enfermedad degenerativa de Anne, modifican radicalmente su criterio de “amor”, uniéndose en una particular relación de intimidad y sacrificio que llevarán hasta las últimas consecuencias, empujándolos así a situaciones altamente dolorosas, que desconcertarán a todos los que los rodean, inclusive a nosotros, espectadores del drama.

La posibilidad de un compromiso coherente y radical en el seno de una sociedad del bienestar –film enmarcado en un frívolo ambiente donde se hace inconcebible ceder alguna prerrogativa del Yo– inquieta a Haneke y lo lleva a meditar sobre su validez y sus efectos mediante una cuidada cinematografía que nos compenetra en el drama mediante el acertado uso de los ambientes cerrados, las lentas tomas y una austeridad de recursos que resulta realmente apabullante.

Debemos, de otro lado, tener en cuenta el contexto en que se desarrolla el drama, ya que éste podría considerarse cotidiano, y que muchas veces pasa inadvertido en nuestro medio; un medio donde la ausencia de una mentalidad esencialmente individualista –como en el caso del primer mundo– hace que el dramatismo que se le trata de imprimir a la cinta resulte incomprensible y desproporcionado. Eso quizás puede deberse que a una noción de amor mediada por el sacrificio, que resulta ajena al medio en que se sitúa el film, sea tan común a nuestra idiosincrasia.     

jueves, 10 de enero de 2013

¿En la repetición está el gusto?: El Hobitt, un viaje inesperado.


¿En la repetición está el gusto?: El Hobitt, un viaje inesperado, de Peter Jackson.
Peter Jackson: El Hobitt, An Unexpected Journey, Wingnut Films. Nueva Zelanda, EEUU.  170 min. 2012.



Una vez más el mundo de J.R.R. Tolkien copa las pantallas de la mano del ganador del Oscar, Peter Jackson. Sin embargo, no siempre se cumple eso de “en la repetición está el gusto”, y como una secuela más de las aventuras en la Tierra Media puede, más allá de cansar al espectador promedio, opacar la bien merecida fama de las espectaculares cintas de la saga de El Señor de los Anillos, en especial, El retorno del rey (2003).

Basada en un libro que Tolkien compuso para su hijo, esta cinta sacrifica lo épico en pos de lo fantasioso, tornándose –debido a la extensión de la obra– a veces aburrida en comparación de sus predecesoras. Así pues, siendo que el espíritu infantil de la obra literaria se extiende a la película, todo rezago de grandilocuencia –muy adecuada más bien en la pasada trilogía– resulta pesado al ojo a la vez que tiñe de inverosimilitud sus secuencias; algo que esperemos se corrija en la segunda entrega de esta nueva saga.

Son de destacar, de otro lado, los hermosos paisajes neozelandeses dónde ambientaron los maravillosos rincones de la Tierra Media; las actuaciones de Ian McKellen, Cate Blanchett y Christopher Lee son tan satisfactorias como se esperaba, a pesar del pequeño rol que representan. Sin embargo, y pesar de todo, la magia sigue viva.    

martes, 1 de enero de 2013

Tratado lunático: La Voz de la Luna


“Tratado lunático”: La Voz de la Luna, de Federico Felinni.
Federico Fellini: La Voce della Luna, C.G. Group Tiger Cinematografica, C.G. Group Tiger Cinematografica-Cinemax, Cinemax, RAI. Italia. 120.  min. 1989.
                         



En 1989 Federico Fellini, uno de los más grandes directores de todos los tiempos, nos regalaría su última película, protagonizada por el consagrado Paolo Villaggo y por el novel Roberto Benigni. Libre interpretación de Il poema dei Lunatici de Enanno Cavazzoni, “La voz de la Luna” está escrita en la particular clave felliniana de sus últimas obras, tales como Intervista (1987), Ginger y Fred (1986) y La Ciudad de las Mujeres (1980), en las que explora –poetizando– sus más íntimas obsesiones y miedos, plasmando en registro onírico de gran derroche visual aquellos cotidianos calvarios que lo aquejaban en la última etapa de la vida, a la vez que abordaba –una vez más– sus tópicos fundamentales: el circo, la música, las mujeres y, finalmente: la locura. Sin embargo la película con la que comparte una especial relación es Y la nave va (1983), obra culmen del género fellinniano, cuyo particular estilo se inició veinte años antes con 8 y ½ (1963). Películas análogas ya sea por la particular sobriedad visual que comparten, la profundidad metafísica de  los diálogos y los temas que en ella se abordan, o quizás, simplemente, por aquella suave melancolía que nos ha cogido el alma, al tiempo que se apaga el proyector. 

En la cinta contemplamos la vida de dos lunáticos: Ivo Salvini (Benigni) y el prefecto Gonella (Villaggio), quienes nos hacen parte de sus desvaríos y temores, como una especie de débil registro de desconsuelos matizados por un genial humor. Poco a poco, los inverosímiles y bellos pasajes que se presentan ante nosotros nos permiten reconstruir –tal como un rompecabezas cuyas piezas surgen entre el sueño y la realidad–sus historias (su niñez y enfermedad) y las historias de sus compañeros de sanatorio y sus celadores, de sus parientes y doctores.  La Voz de la Luna aparecerá ante nosotros como un delicado fresco de humanidad, pleno de melancolía, humor y sueños. Un film, que sin ser una de las obras cúlmenes del maestro romano, es un precioso film con el que Fellini se despide de este mundo legándonos más de dos lustros de pasión, alegría y –sobre todo– sueños.