martes, 26 de marzo de 2013

El cine a través de los ojos del cine: Django.


El cine a través de los ojos del cine: Django, de Quentin Tarantino.
Quentin Tarantino: Django Unchained. Band Apart. EEUU.  166 min. 2012.




Una mentira que merece ser verdad

            La tarea de cualquier buen cinéfilo es experimentar lo que ocurre en la pantalla como una realidad auténtica, y si vamos más allá, transformar la realidad –aquella que paticoja se proclama como verdadera– en una más llevadera. ¿Profesión de fe a los demiurgos de la ficción?: quizás. Lo cierto es que para Quentin Tarantino (un verdadero fiel de la “religión del celuloide” desde cuando era un simple empleado en un video rent) transformar el mundo tal y como lo conocemos, reescribiendo la historia desde sus muy particulares ficciones, se ha convertido en un verdadero apostolado del séptimo arte.

            Sin dejar de lado su particular gusto por el gore y los films “serie B” que tanto han influenciado a su cinematografía, en sus últimas películas Tarantino aborda dos situaciones bien definidas, más allá de ello, aborda dos tragedias que ensombrecen la faz de la humanidad: el nazismo y la esclavitud. Frente a ambas, el pragmático e inocente despachante de la tienda de videos propone una solución alternativa, un final feliz como aquellos de los que se ha nutrido tantas veces frente a la pantalla. 
           
Al final de la Primera Guerra Mundial, con los ojos de Europa puestos en los EEUU, la opinión común que se tenía de los americanos –aquellos jóvenes corajudos e inexpertos que acaban de llegar a las costas europeas para determinar con su participación el destino del Viejo Continente–  era de gente tosca de maneras, primaria y vital, cuya naturalidad y frescura despertaban la admiración y no pocas veces la envidia de unos europeos agobiados por el peso de su refinamiento y tradición. Es así que aquella llaneza, sencillez que muchas veces raya en la ingenuidad encuentra su mejor correlato en Tarantino, un cineasta genuinamente americano, ya que ha sabido llevar más allá de sus posibilidades al género arquetípico de los Estados Unidos: El Western; manteniendo así plenamente viva una tradición y una forma de ver al mundo. Siguiendo esta línea verá la luz Bastardos sin gloria (2009) una épica del oeste traslada como por arte de Tarantino a la mismísima Segunda Guerra Mundial, confrontación que por otra parte será felizmente resuelta en una sala de cine. De igual manera en Django Unchained (2012) Tarantino golpeará la médula misma de la esclavitud con su particular héroe, un esclavo liberto por un dentista caza recompensas, quien –como diría el propio Calvin Candie (Leonardo DiCaprio) en el film– se convertirá en “un negro en cien mil”, aquel que es capaz es desafiar tan salvaje institución.

El cine dentro del cine

             De otro lado, un buen director no puede ser más que un mejor cinéfilo, es decir aquel que aprende con pasión de las grandes películas, de los grandes maestros. Tarantino, quien jamás piso una escuela de cine, no podía ser la excepción. La intertextualidad en sus películas –léase: alusiones a sus predecesores– es menos que corriente, es realmente excepcional tanto como por su prolijidad como por su particular factura. En Django –como en muchas de sus anteriores películas–las alusiones se convierten en verdaderos homenajes: Ya desde el inicio disfrutamos de un inicio típico de “Spaguetti Western”, con las amplias tomas del desierto norteamericano que tanto gustaban a Leone, cuyas películas –como Django Unchained– eran coronadas por la formidable música de Ennio Morricone. Todo eso y más (los rótulos sesenteros, los acercamientos inesperados y hasta chocantes, y la posterior aparición de una leyenda de ese género –Franco Nero– como artista invitado) confirmarán que lo único que pretende Tarantino es dialogar con los grandes del séptimo arte, aquellos que en muy subjetiva clave lo movieron a hacer cine. Esto sin duda da una clara muestra de la calidad de film con el que nos topamos, uno que –como las grandes obras maestras– está movido únicamente por la humilde ilusión de encaramarse en los hombros de los mejores.

Pero Tarantino va más allá. Ocupándonos únicamente de sus dos últimas películas, y más allá del buen trabajo realizado con Django, ya en Unglorius Batards (2009) el muchacho de Knoxville se cobra una revancha con uno de sus más grandes mentores e influencia indiscutible en todas sus películas. Si Sergio Leone reformó el Western sacándolo de la pira lugares comunes en que se consumía luego de su periodo de gloria gracias a John Ford y compañía, también –es justo reconocerlo– italianizó de manera sarcástica los arquetipos norteamericanos, llegando a reconstruir en The good, the bad and the ugly (1966) ni más ni menos que un escenario de la Segunda Guerra Mundial (acordémonos de los campos de concentración, las ingeniosas torturas, los asedios formidables en posiciones inexistentes de la Guerra de Secesión que se pretende ficcionar). Tarantino tuvo pues, hace algunos años, la oportunidad de cobrarse esa “deuda”, y si Leone hizo de un Western un film bélico de la Segunda Guerra Mundial, él hizo de éste un Western, con “pieles rojas judíos” que le quitaban el cuero cabelludo a los nazis y todo. Nada mejor para un maestro que ser superado por su travieso alumno.

martes, 19 de marzo de 2013

Marinero en tierra: Kon-Tiki.


Marinero en tierra: Kon-Tiki, de Joachim Rønning y Espen Sanberg.
Joachim Rønning y Espen Sanberg: Kon-Tiki,, Cinereach, Weinstein Co. Noruega, Dinamarca, Reino Unido.  119 min. 2012.




            A finales del S. X, Erick el Rojo, vikingo, comerciante y explorador, emprendería una expedición hacia Groenlandia –un tanto empujado por el rey de Noruega, quien había enviado a su padre al exilio años antes. Un siglo después Snorri Karlsefnisson, liderando una expedición por el Atlántico Norte tocaría las costas de la actual Norteamérica y allí establecería la primera colonia de los “grandes hombres del norte” en aquel lugar. Ya en pleno Siglo XX, Thor Heyerdahl, arqueólogo, antropólogo y geólogo aficionado, emprendería también un mítico viaje, esta vez en aguas más cálidas. Kon-Tiki describe la historia de aquella aventura –digna sucesora de las más antiguas sagas vikingas– en la que cinco noruegos y un sueco surcaron el Pacífico Sur en una débil balsa de troncos, abandonada al arbitrio de las corrientes.

            Mediante un esfuerzo conjunto de productoras Noruegas, Danesas y Británicas, la epopeya del Kon-Tiki es llevada a la pantalla grande de una manera ciertamente impecable. Sin ser una muestra de gran cinematografía cumple todos los requisitos para ser vista sin remordimiento. Una cinta que aglutina elementos de acción y suspenso, a la vez nos deleita con cuidados paisajes de la Polinesia. Nominada al Oscar 2013 a la mejor película extranjera, el film noruego no dio la talla frente a mejores producciones como la chilena No (2012) y la francesa Amour (2012) que finalmente se hizo con la presea, sin embargo –y a pesar de la simpleza en su interpretación y un guión ciertamente estándar– es una película digna de verse. ¡Buen viento y adelante!
            

martes, 12 de marzo de 2013

El instinto (según lo) estético: Bestias del Sur Salvaje


El instinto (según lo) estético: Bestias del Sur Salvaje, de Benh Zeitlin.
Benh Zeitlin: Beasts of the Southern Wild, Cinereach, Court 13, Eastern Effects, Journeyman Pictures, Kenneth Rainin Foundation, NHK International Filmmakers Award, Rooftop Filmmakers Fund, San Francisco Film Society, Sundance. EEUU.  91 min. 2011.




Está en cuestión si el arte imita a la realidad o si crea una realidad autónoma. Esto nunca lo sabremos. Sin embargo nos atrevemos a expresar que el buen arte crea un pequeño universo, un complejo espectro de emociones y sensaciones que se cierra en sí mismo; sin embargo el arte considerado universal, las obras maestras en el pleno sentido de la palabra dan cuenta de una porción de la Realidad –para gran pesar de las subjetivistas– aquella que con “r” mayúscula nos abarca a todos y a todo. Luego de haber dicho esto, quizás, y no sin audacia, podremos calificar la película que nos ocupa como un sutil pero destellante reflejo de lo que en verdad es.  

Estamos muy acostumbrados a que Hollywood nos presente una cara muy amable sobre la realidad americana. Un semblante lleno de optimismo e ilusión, a veces tamizado por una desgracia nacional o individualmente estereotípica, pero que siempre encuentra un rumbo más o menos satisfactorio. ¿Qué sensación nos deja estas cintas? ¿Cierto desencanto mezclado con incredulidad? Es en este sentido que, en las antípodas de la ganadora del Oscar 2013: el mamotreto efectista llamado Argo (2012), el grupo Court 13–conjunto de cineastas independientes liderados en esta oportunidad por Benh Zeitlin– produce la tiernamente descarnada Bestias del sur salvaje (2011), un retrato pleno de emoción y carácter que nos introduce en un ámbito pocas veces visto –¿demasiado pudor, demasiada confianza?– del país del norte. En la cinta vemos como en una marisma en el sur de los EEUU se congrega gran parte del excedente social (White trash, afroamericanos marginados, huérfanos y bebedores), quienes ocupan el lugar ilegalmente exponiendo incluso  sus propias vidas. Allí vive Hushpuppy –quien es caracterizada por la nominada al Oscar con tan solo 9 años de edad, Quvenzhané Wallis– una niña que sin abandonar los miedos e ilusiones propias de su edad se enfrenta a un proceso de maduración acelerada, provocada por el hostil medio en el que vive.

            Más allá de todo patetismo, Beasts of the Southern Wild nos sumerge en una relato de una vitalidad y esperanza desbordante, una historia donde la sencillez de la naturaleza –simplificada adecuadamente bajo la imagen de una “bestia” en el film–  adosada en lo más íntimo del individuo permite que el ser humano viva con plenitud y envidiable conciencia una ambiente duro hasta el hartazgo.