miércoles, 25 de septiembre de 2013

Elogio de la propaganda: Z

Elogio de la propaganda: Z, de Constantin Costa-Gavras
Constantin Costa-Gavras: Z. Office National pour le Commerce et l'Industrie Cinématographique, Reggane Films, Valoria Films. Francia, Argelia. 1969. 128 min.



¿Existen los films “políticos”? Encontramos aristas de denuncia en muchas cintas –ya sean notables o no– rodadas a la fecha. Películas clásicas, como El nacimiento de una nación (1915), Ladrón de bicicletas (1948), o Matar a un ruiseñor (1962), han buscado hacernos tomar conciencia de atroces circunstancias históricas, o injustas coyunturas para determinados sectores sociales o hasta para pueblos enteros. De otro lado, muchos realizadores han dedicado toda su vida y pasión a producir esta clase de cintas: Gillo Pontecorvo, los hermanos Taviani, Elio Petro en Italia; Robert Moore en los EEUU y André Wajda en Polonia; y ya más cerca a nuestra realidad, Fernando Solanas en Argentina. Sin embargo, si queremos entender la quintaesencia de un film “político- ideológico” debemos acudir a uno de los realizadores que con más acierto han desarrollado este tema. Nos referimos naturalmente al director griego Constantin Costa-Gavras.

Cintas como Estado de sitio (1973), film en el que se dará cuenta de la represión desplegada por el gobierno militar en Uruguay –metáfora de una convulsionada Latinoamérica en los años 70’-80’; Desaparecido (1982), que aborda la desaparición de Charles Horman, activista político norteamericano ejecutado extrajudicialmente por el gobierno de Augusto Pinochet, en complicidad con su propia embajada; y la polémica Amén (2002), que desarrollará el tema del holocausto nazi y la ambigua reacción que tuvo la Iglesia Católica a propósito de este desastre. Sin embargo, será uno de sus primeros films –y aquel que le daría renombre internacional– el que será considerado como su obra maestra: Z (1969).

La letra “Z”, en griego antiguo significa: “aún está vivo”, proclama dirigida contra el gobierno militar griego de los años 60’, culpado del asesinato del dirigente pacifista Grigoris Lambrakis (interpretado en el film por Yves Montand). La película discurrirá en el contexto político de la Grecia de ese tiempo, y en especial, en el entramado delictivo desplegado por altas autoridades del ejército y la policía para acallar y ejecutar extrajudicialmente a los opositores. Film delicioso, en el que se combina con acierto el suspenso y la incertidumbre, con un refinado humor negro. Destacan en el film las soberbias actuaciones de Jean Louis Trintignant (quien caracteriza en el film a Christos Sartzetakis, el juez de instrucción que develará la conspiración a pesar de las amenazas que se cernían sobre su cabeza), y de Irene Papas como la esposa de Lambrakis. 

En el puñado de películas dirigidas por el griego, y más allá de la parcializada visión del mundo que pretendan revelar (no olvidemos que Costa-Gavras  es un activo militante comunista, que incluso participó –de muy joven- en la resistencia partisana que se libró en su país contra la ocupación nazi), resulta francamente encomiable, tanto el vigor y la consistencia que se advierten en cada una de sus obras, como la pericia desplegada en ellas con el único objetivo de hacernos compartir el dolor y la angustia que emanan de las causas por él defendidas. Sobrias, emotivas, sutilmente trabajadas. Costa-Gavras posee un estupendo manejo de la técnica del thriller, administrando los tiempos y el ritmo, dosificando la intensidad de la trama hasta llevarnos a un verdadero paroxismo.


Se hace fundamental revisar la obra del gran maestro griego del cine político, más allá de nuestras creencias o posiciones ideológicas. Una gran lección de cine “comprometido” nos espera, una muestra de propaganda de la mejor calidad.    

martes, 10 de septiembre de 2013

Un nuevo y polémico mundo: 1492: La conquista del paraíso

Un nuevo y polémico mundo: 1492: La conquista del paraíso, de Ridley Scott
Ridley Scott: 1942: Conquest of paradise. Cyrk, Légende Films, Paramount, Percy Main Productions, Francia, España Reino Unido, 1992. 142 min.



El 8 de octubre es para nosotros, los americanos, motivo de celebración de una polémica fecha. Aquel día, un nuevo mundo fue descubierto, y desde ese momento la civilización, con sus bondades y defectos, hizo su tienda en los paradisiacos confines del orbe. ¿Inicio de una aculturación forzada, o epopeya de la fe y del mundo occidental? ¿Fecha funesta o favorable? El debate da para largo. Lo que sí sabemos es que la figura de aquella odisea también permanecerá envuelta en la controversia: elogiado y escarnecido correrá igual suerte a la travesía que dio a luz.

En 1992 todo el mundo hispano celebró –cada cual a su manera– los 500 años del descubrimiento de América. Exposiciones, libros, seminarios, simposios. Nada era poco para celebrar los cinco siglos de presencia europea en nuestro continente. Es en esta coyuntura que el director inglés Ridley Scott, célebre por films como: Alien (1979) y Blade Runner (1982), rodaría una película en la que daría cuenta de su particular perspectiva del protagonista de esta historia: Cristóbal Colón.

1942: La conquista del paraíso (1992) es una súper producción protagonizada por, nada menos que, Gerard Depardieu, Armand Assante y Sigourney Weaver. Filmada en Costa Rica, hará gala de una soberbia cinematografía, bellísimos y cuidados paisajes que serán el escenario ideal para la recreación de este viaje legendario. Junto a los bellos colores del Mar Caribe y de la selva mesoamericana, apreciaremos el esplendor y riqueza en la corte española, gracias a una refinada escenografía, vestuario y maquillaje. La obra nos sumergirá, pues, a fuerza de bellos matices, detalles y colores, en la Europa de a finales del S. XV. Mención aparte merece la música de Vangelis –recordado compositor de grandes bandas sonoras, como la de Charriots of fire (1981)– quien, a propósito de la música eclesiástica de aquel siglo, desarrollará melodías de fuerte impronta épica, que se acomodarán a la perfección al film.

Más allá de todo lo dicho, “1492” da más para hablar: la obra de Scott no será, pues, una obra neutra. Si observamos con detalle, caeremos en la cuenta que en toda la cinta se sostendrá la particular visión, que de este hecho, corresponde al mundo anglo. Según la visión del director, Colón será luego un humanista revolucionario, ferviente cuestionador del poder de la Iglesia Católica y del Sistema Nobiliario. El intrépido y muchas veces inescrupuloso mercader genovés se asemejará, según el director, más a uno de aquellos colonos, que perseguidos por su fe, años más tarde emigrarían de la Inglaterra anglicana a un mundo de mayor “libertad”, que a un navegante de la época.

Luchador de las causas de los indígenas, entusiasta cultor de la ciencia, impulsivo paladín de la igualdad; el Colón de Scott no se asemejará en nada a aquel “Cristophoro”: santo heraldo de Cristo a este lado del globo, al que aludirá León Bloy en su El descubridor; ni a aquel astuto marinero, que –tal como leeremos en sus cartas– se encontraba más preocupado por los títulos y las riquezas, y que, inclusive, llegaría a aconsejar a la colonia la reducción a la esclavitud de los naturales de las regiones descubiertas, en vista de la escases de oro en sus tierras. Este Colón “moderno” –en todo el sentido de la palabra– será pues un descubridor muy a la medida de los paradigmas anglosajones, y se adecuará luego, muy bien a sus intereses históricos y especial idiosincrasia.


“1942”, en suma, constituirá una bella cinta; aquellas productos del séptimo arte en las que el deleite visual alcanzará un elevado esplendor. Por otro lado, no deja de ser un film fecundo (como sujeto de análisis, más que para la asimilación irresponsable) en tanto discurso; ella pues nos aproximará más a los prejuicios y ideales contemporáneos, que aquellos que acompañaban al hombre de hace  cinco siglos. Imperdible.

martes, 3 de septiembre de 2013

Todos están muertos: Pedro Páramo.

Todos están muertos: Pedro Páramo, de Carlos Velo
Carlos Velo: Pedro Páramo. Clasa Films Mundiales, Producciones Barbachano Ponce, México, 1967. 110 min.



“Vine a Comala  porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”. Así inicia una de las más importantes novelas escritas en nuestro idioma, y quizás una de las más significativas del Siglo XX. Esta obra, la única novela de Juan Rulfo, le valió –y con justa razón– ser considerado como uno de los más grandes escritores de Latinoamérica. Vanguardista, costumbrista, universal. La historia de Comala y Juan Preciado ha cautivado a lectores de todas partes del orbe, haciendo de la convulsionada vida social mexicana de inicios de siglo un ficción de ámbito universal.  

Cincuentaidós años después de su publicación Carlos Velo lanzaría la primera versión cinematográfica de la novela, y a pesar que se suele decir que ninguna adaptación en el cine puede estar a la altura del  libro que busca recrear (en especial si se trata de una obra maestra como esta), nos atrevemos a señalar que este film constituye una honrosa excepción –junto a la Muerte en Venecia (1971) de Visconti o Lolita (1962) de Kubrick, según los entendidos.    

Con la participación de Ignacio López Tarso –extraordinario actor mexicano y protagonista de clásicas cintas como Macario (1960) y Nazarín (1958)– y guión del consagrado escritor mexicano Carlos Fuentes, Pedro Páramo (1967) nos sumerge en la vida y desgracias de los habitantes de Comala, aquel pueblo maldito –y a estas alturas inmortal–, que sufrirá el hambre, la explotación y la guerra en los convulsos tiempos de la Revolución Mexicana y la Guerra Cristera.  México entero es retratado por Rulfo, y nuevamente por Fuentes y Velo, en sus desolados confines; el hondo sentir de una nación –sus sueños y pesadillas– se verá materializado en esta bellísima historia; ilusión onírica que lindará con el mito, nunca exenta del espanto y la desilusión.   
  

Obra destacada del periodo de oro del cine mexicano, este film  -si bien emerge de la sustancia misma de la obra de Rulfo- poseerá un fulgor propio, siendo por sí misma una obra elogiable. Suelen pasarla en cualquiera de los dos canales de cine mexicano que transmiten en el cable, quizás oculta en una programación acaparada por los consabidos dramones y films de charros pendencieros; cintas que, por otra parte, para muchos constituirán el arquetipo del cine producido al sur del Río Grande.  Recomendada incluso para quienes ya han leído el libro.