¡Chist!:
El gran silencio, de Philip Gröning
Philip Gröning: Der
Grosse Still, Zeitgeist Films, Alemania/Suiza/Francia/RU, 2005. 162 min.
Se lee en el capítulo diecinueve del
Primer libro de los Reyes: “Se dispuso a
pasar por la montaña el Señor Dios. Hubo un huracán tan violento que hendía las
montañas y quebrantaba las rocas; pero no estaba el Señor Dios en el huracán.
Después del huracán, un temblor de tierra; pero no estaba el Señor Dios en el
temblor. Después del temblor, fuego, pero no estaba el Señor Dios en el fuego.
Después del fuego, el susurro de una brisa suave. [Allí Dios se encontraba
presente]”.
Este fragmento puede resumir a la
perfección “El Gran Silencio” (2005), documental del realizador alemán Philip
Gröning sobre la Gran Cartuja, el mayor de los monasterios fundados por San
Bruno en 1084 en Grenoble, Francia; antiquísima orden religiosa, famosa por
instaurar –además de los votos e pobreza, castidad y obediencia– un cuarto
compromiso especial: el voto de silencio perpetuo. “El Gran Silencio” (2005), buscará
dar cuenta de un ideal de vida totalmente ajeno a nuestro ruidoso mundo, incomprensible
incluso para los propios productores del film. Según ellos aseguran, en el año
de 1984, luego de haber planificado cuidadosamente el film, manifestaron a los
religiosos su deseo de rodar; toda lo que obtuvieron por respuesta fue que debían
esperar. Quince años después, ya cuando el proyecto parecía haber caído en el
olvido, el director recibió una peculiar llamada. Era el abad, habían tomado
una decisión: querían rodar la película.
La película, con ritmo pausado y
grave, buscará introducirnos en la vida cotidiana de los cartujos. Conoceremos
sus costumbres diarias, su lento transitar –siempre en sigilo- por los centenarios pasillos de la hermosa
abadía. Compartiremos su trabajo diario en los campos cercanos, enmarcados por
un espléndido paisaje alpino; en la sastrería; en la cocina y en taller de
confección de zapatos. Asistiremos a sus ceremonias religiosas, incluso a la incorporación
de nuevos miembros a la Orden. Finalmente, el domingo, luego del almuerzo,
escucharemos por primera vez sus quedas y calmadas voces, rompiendo la
serenidad en el día de descanso, en el día del Señor.
El film, no es pues, en suma, un
documental corriente. Uno de esos arrogantes trabajos de investigación en los
que “expertos” y presuntuosos conductores describen la vida de una comunidad,
de un grupo, desde un sitial de superioridad: ya sea como quien explora a una
tribu de salvajes, o analiza un insecto desde el microscopio. Nada de eso.
Estamos frente a un documental que tiene el gran mérito, además de muchos
otros, de hacerse uno con el espacio y el tiempo que refleja, fundiéndose
–respetuosamente- en la mirada que pretende recrear. Muestras de ello serán sus
preciosas tomas, aquellas que con gran detalle y planificado gesto buscan
reflejar en sus aparentes desenfoques o sombras el ambiente que se vive y el
espíritu que habita en aquel lugar; recinto en donde, hace más de nueve siglos
pervive nada menos que la Gran Cartuja de Grenoble. La ausencia de una voz
todopoderosa, quizás la de un entrometido conocedor explicando todo lo que
pasa, dará paso más bien a la pausa y el recogimiento, en la cinta. Las amplias
vistas del paisaje que acompaña el monasterio, darán paso a primerísimos planos
que nos sumergirán en la intimidad del claustro. Una muestra de cine de la
mejor calidad. El arte no será, pues, una mímesis cualquiera; mediante el
trabajo de las formas hará surgir “universales” de los particulares que refleja
con maestría.
Toda una experiencia, no exenta de
aspereza y dificultad. Ver esta película no resultará –como diríamos en buen
cristiano– asistir a un común espectáculo. Sabemos que disfrutar una gran
película implica sacrificar una parte de lo que somos para, finalmente, crecer
un poco más.