martes, 16 de julio de 2019

Dos películas, dos revolucionarios, un genocidio


Dos películas, dos revolucionarios, un genocidio«El Tren de Lenin», de Damiano Damiani y «Stalin» de Ivan Passer.
Damiano Damiani (1988) Il treno di Lenin. RAI, ZDF, TVE. 3hs. 118 min.
Ivan Passer (1992) Stalin. HBO, MTV, Novofilm. EEUU. 166 min.




Entre los círculos de izquierda, por lo menos desde los años 60’, se planteó y difundió un binomio muy útil en términos propagandísticos: Lenin «bueno» / Stalin «malo». Frente a los horrores –inocultables ya– que había causado el régimen soviético (como el genocidio ucraniano y los asesinatos políticos que costaron la vida de más de cuatro millones de personas) siempre se tendió a endilgar la responsabilidad a Stalin, demonizándolo; a la vez que se creaba una imagen de un Lenin piadoso que había sido engañado e instrumentalizado por el «monstruo georgiano». Los que sostienen esta tesis se basan, esencialmente, en el «testamento» de Lenin: documento escrito por el líder comunista en sus últimos meses, y en el que progresivamente –porque el texto tiene múltiples adendas– se denuncia la personalidad cruel y tiránica de Stalin. Es en base de estos textos, y echando mano a una gran dosis de libre interpretación, es que se filmaron las únicas dos películas que versan de la vida de estos dos líderes: El tren de Lenin (1988) y Stalin (1992). 

Las dos películas
La primera cinta, dedicada a Vladimir Ilich Ulianov, es una miniserie para televisión rodada en Italia. Coproducción ítalo franco alemana, es dirigida por el afamado director Damiano Damiani. Sólo por la tendencia del su realizador –Damiani era militante comunista comprometido– podemos sospechar el tratamiento que hace de Lenin. A pesar de reflejar su carácter iracundo e intolerante, el tratamiento que se hace de esta figura es complaciente hasta lindar con lo épico. Son dignas de destacar, sin embargo, las escenas que ilustran el debate ideológico de los bolcheviques mientras se dirigían de Alemania a Rusia, en vísperas de la Revolución de Octubre. Remarcables será además la actuación de Ben Kingsley y la música de Nicola Piovani.
La cinta dedicada a Stalin, también es una miniserie para televisión producida por HBO y dirigida por Ivan Passer. La película, si bien pretende dar una imagen más fidedigna de éste personaje, termina caricaturizándolo. A pesar de la estupenda actuación de Robert Duvall, quien encarna al dictador, el guión presenta a un Stalin grotesco y plano. Sin embargo, en dónde reside su mayor equívoco es en su descripción de su relación con Lenin; haciendo de éste último una víctima de la crueldad asesina de su sucesor.        

La verdad histórica
Sin embargo, más allá de las películas antes mencionadas, la historiografía seria nos da una versión totalmente diferente de estos hechos. Jean Meyer, por ejemplo, afirma que Stalin fue el aprendiz más aprovechado de Lenin, y que sus atroces políticas de los años 30’ fueron simplemente la implantación de modelo leninista a toda regla: violencia que había iniciado Lenin en su «guerra contra los campesinos» y la implantación del «comunismo de guerra» de 1918. Paul Johnson, por su parte, refiere cómo Stalin fue la «creación» de un Lenin incapaz de aceptar ninguna idea que no fuera la suya. En su ambición de concentrar todo el poder en el partido, para luego acapararlo mediante una cúpula sometida a él, delegó a Stalin las tareas de super-comisario político para crear su maquinaria burocrática y del terror. Refiere el historiador británico: «Lo que agradaba a Lenin con respecto a Stalin era, sin duda, su enorme capacidad para soportar las tareas tediosas tras un escritorio […] En este sentido, Stalin manifestaba un apetito insaciable y, como parecía que no poesía ideas propias o más bien que adoptaba las de Lenin tan pronto le eran explicadas, éste le fue dando cada vez más trabajos e injerencia en el poder a esta paciente y entusiasta bestia de carga». «Koba», tal como llamaba Lenin a su discípulo amado, parece haber seguido incondicionalmente la voluntad de su maestro aún después de su muerte, y a pesar del breve distanciamiento que con él tuviera al final de su vida; cuando Lenin observaba que el imperio que había erigido con sus manos se le escapaba de las manos para pasar a la de Stalin, por su partida inminente e irrevocable.

Sin embargo, el ruido mediático…
Así pues, resulta penoso percatarse como algunos intelectuales y artistas –en especial productores y directores de cine– siguen repitiendo medias verdades que esconden vergüenza. Así es como se «normaliza» a los asesinos, creando falsos binomios y estableciendo inútiles comparaciones. El más claro ejemplo se da cuando se pretende exculpar la barbarie comunista haciendo del fascismo su supuesto némesis. Esto, a pesar que el fascismo no es más que un estilo de socialismo, un nacionalsocialismo para ser más exactos (para ello baste recordar los orígenes socialistas de Mussolini, los elogios que Lenin le hiciera, y los otros tantos que recibiera Hitler de parte de Stalin). Cierta izquierda utiliza esa etiqueta para estigmatizar a sus enemigos. Sin embargo, no cabe ninguna comparación entre dos males, solo la condena. Ya Churchill lo decía en 1917: «pretender legalizar el comunismo sería como legalizar la sodomía». Lamentablemente en estos tiempos todos los males están legalizados.