miércoles, 30 de octubre de 2013

La falsa crítica: Elisium.

La falsa crítica: Elisium, de Neill Blomkamp
Neill Blomkamp: Elisium. Media Rights Capital, TriStar Pictures. EEUU. 97 min. 2013.




Es el año 2154. La tierra está contaminada y sometida a la sobrepoblación. Lo que actualmente conocemos como la costa este norteamericana ha sido invadida por migrantes mexicanos y está compuesta por extensas favelas controladas por mafias de latinos. Por otro lado, los antiguos habitantes de los Estados Unidos han creado una estación espacial llamada “Elisium”, donde la calidad de vida es tan alta que los habitantes han llegado a poseer una expectativa de vida que linda con la eternidad. En este universo de tan fuertes contrastes se reviven los temores que se ciernen sobre el gran país del norte: la migración, la presión poblacionaria, la escasez de recursos.

Elisium (2013) es pues una de aquellas pocas películas de Ciencia Ficción en donde el peso de la realidad –y de la actualidad– se deja sentir e impregna todo su contenido más allá de la fantasía futurista. Símiles muy bien planteados pueblan la cinta: los balseros cubanos atravesarán ya no las peligrosas aguas del pacífico, sino los confines siderales expuestos, esos sí, a los controles migratorios de siempre, ahora planteados en clave tecnológica; el problema de una sistema penitenciario y de salud colapsado, será retratado en la persona de un autómata programado que atenderá –con la distancia de un robot- en las ventanillas de los servicios públicos, una imagen que revela la hipocresía del tratamiento burocrático actual, aquel que en su hermetismo nos muestra una faceta francamente cruel. Estos sucesos, pues, más que a las odiseas del espacio nos recordarán a los actuales torbellinos políticos que se ciernen sobre la administración Obama. Elisium devendrá pues, más en una crónica que un ejercicio de la imaginación.  

Visualmente interesante, verosímil, entretenida, Elisium se presenta como una de las películas más atractivas de la cartelera local, en la segunda mitad del año. Las efectivas actuaciones de Matt Damon y de Jodie Foster (conocida activista de izquierda) realzan la película y la llevan a límites muy aceptables; de otro lado, el planteamiento de los escenarios será lo más interesante en el film: las locaciones, el decorado y el vestuario serán trabajados minuciosamente y conseguirán evocar con detalle lo que el guión plantea. Sin embargo en este punto, el guión, es donde convendría detenernos un poco más.

La estructura discursiva de la película es muy simple: “debemos maximizar y ampliar el rango de las libertades y de los derechos que se obtienen por el ejercicio de la ciudadanía”, viejo credo liberal. Sabemos que bajo ese esquema la solución a los problemas es muy simple: dar más derechos a más personas. Es en esa línea que se agrupan los nuevos grupos de presión social: minorías sociales excluidas, grupos feministas, animalistas, homosexuales. Sin embargo bajo este modelo, y tal como ocurre en el film, nunca se cuestiona la estructura –productiva, ideológica, moral– de la sociedad, eso no se discute a fin de cuentas. El dilema se reducirá a ampliar, simplemente, el alcance de las prebendas, frente a los sectores que buscan reducir su impacto a fin de salvaguardar su nivel de vida. ¿Replantear el sistema extractivo?, eso no se menciona; ¿establecer arquetipos morales y de convivencia?, ni hablar… ¿establecer un modelo de ciudadano, desde el punto de vista integral?, nada de eso. Lo que importa es salvaguardar la “libertad” (léase la oportunidad de hacer lo que a uno le da la gana con su conciencia), ampliando la brecha de beneficios materiales que a uno le tocan por formar parte de la sociedad. Esto es un cuento viejo, ya lo dijo Thomas Hobbes a inicios del 1600.

En ese gran agujero discursivo radica el verdadero discurso del film; éste busca legitimar un sistema productor de desigualdad en esencia, al plantear –sin fundamento alguno, y sólo basándose en la posibilidad mítica- expandir los límites del “bienestar” a las poblaciones vulnerables. ¿Cómo? eso no se menciona ni se debe mencionar… allí radica la verdadera cuestión del asunto. Elisium será, por tanto, una de las innumerables películas norteamericanas que buscando criticar al sistema lo único que logran (deliberadamente o no) es reforzar sus estructuras mediante un fabuloso aparato ideológico y de propaganda como es el cine. En suma, hablamos de una cinta enteramente conservadora, que esparciendo un vacía esperanza, propaga el último de los grandes males cual Pandora moderna.       


            

jueves, 24 de octubre de 2013

El alma popular: Ánimas Trujano

El alma popular: Ánimas Trujano, de Ismael Rodríguez
Ismael Rodríguez: Ánimas Trujano. Ars, UNA. México. 1961. 100 min.



La religiosidad popular, ese singular fenómeno sincrético que forma parte del imaginario popular de nuestro pueblo, ha venido –y viene– cautivando a un sinnúmero de teólogos, científicos sociales y artistas de todas partes del mundo. Las expresiones de piedad en Latinoamérica, afirmadas esencialmente sobre una base de exuberancia y colorido, proyectarán a la vez ante nosotros una sentida espiritualidad, desconcertante las más de las veces. Una buena cantidad de novelas y cuentos –muchos de ellos clásicos de nuestra literatura–  abordarán, aunque de forma tangencial, estas prácticas acentuando quizás su exotismo; pocos sin embargo, serán  aquellos libros en los que las costumbres religiosas de este confín de orbe ocupen un sitial preponderante en el relato. En el cine –novel arte– el tema pasará desapercibido o se incorporará únicamente, en la humilde industria cinematográfica latinoamericana, como un simple agregado más del escenario, o un apéndice superficial del guión.  Sin embargo existe una excepción, nos referimos al film de 1961, Ánimas Trujano.

Considerado un clásico del cine mexicano, Ánimas Trujano abordará a partir del drama de un campesino indígena mexicano la complejidad de las celebraciones religiosas en el México de inicios de siglo. Dirigida por Ismael Rodríguez, y protagonizada por el reconocido actor japonés Toshiro Mifune, (ya célebre por sus colaboraciones con Akira Kurosawa en Rashomón (1951), Los siete samuráis (1945) y Yojimbo (1961), entre otras) la cinta penetrará en la psicología del humilde campesino mexicano, quien sumido en la pobreza y el alcoholismo y ávido del reconocimiento social hará lo imposible –y lo ilícito– para conseguir el dinero que le permitirá acceder a la mayordomía de una fiesta patronal. La actuación de Mifune, teatral por excelencia, acentuará la angustia y la desolación que provocará en nosotros la figura de Ánimas Trujano, un ser inocentemente culpable sumido en la ignorancia y el envilecimiento.


Profunda, intensa. Esta película pasará a la historia, finalmente, por retratar con fidelidad y vigor parte importante de la idiosincrasia latinoamericana, de sus luces y sus sombras.     

miércoles, 2 de octubre de 2013

¡Kachkaniraqmi!: Sigo Siendo.

¡Kachkaniraqmi!: Sigo Siendo, de Javier Corcuera
Javier Corcuera: Sigo Siendo. Nakuy S.A.C. Perú. 2013. 110 min.



El Perú es un país cuya identidad está en cuestión. Por ser un conglomerado de naciones, razas, lenguas, el asunto de la identidad se encuentra en permanente debate, reelaborándose constantemente los criterios que conforman la peruanidad. Intereses políticos, coyunturas económicas, y particulares formas de ver al mundo han planteado “soluciones” sobre este asunto buscando definir de una vez por todas “lo que somos”. Más allá de estos esfuerzos –fructíferos y bien intencionados algunos, mediocres y dañinos los más– considero que la riqueza del debate radica justamente en el constante replanteamiento que se pueda hacer, para finalmente, con paciencia y trabajo, arribar a nociones más sólidas e integrales.

El cine en el Perú también ha prestado una particular ayuda sobre este tema; muchas cintas han abordado el asunto identitario desde diferentes ópticas y otras también -afortunadamente- han propuesto más “grietas discursivas” y vetas de interrogantes que “soluciones” forzadas y simplonas. Es en este contexto que Javier Corcuera nos presenta su film “Sigo Siendo” (2013): Una rica y bien planteada exploración de la identidad nacional y de su evolución en los últimos años, esta vez a propósito de las expresiones musicales de nuestro país. Cinta apostada en las antípodas de films que –como su contemporánea “Asu mare” (2013) – buscan explicar la compleja trama de la identidad con clichés tan profundos como un plato de sopa y desde una mediocre –y por ello, ciertamente peligrosa– visión igualitaria; películas que definen “la identidad” desde una posición reductiva, centralista y hegemónica –la capitalina– que como apisonadora pretende forzar un nuevo modelo de peruano muy al gusto el auge económico y del modelo financiero.

Afortunadamente nada de esto ocurre con “Sigo siendo”. Partiendo desde la complejidad del asunto y sus componentes (que se expresa en términos visuales y verbales en el film), al abordar a la identidad la cinta nos muestra un panorama exuberante aunque complicado, lleno de interrogantes y cuestiones no resueltas. He aquí su logro discursivo: la autenticidad que consigue expresar mediante mecanismo que, respetuosamente, presenta el fenómeno “desde adentro”, cediendo la voz a los mismos protagonistas y resaltando únicamente –mediante pura técnica cinematográfica– la belleza que fluye de esa confusa y a veces, dolorosa realidad.

Además de lo ya dicho merece una mención especial la cuidada fotografía de la película, desarrollada cuidadosamente y buscando resaltar –con éxito– la belleza que emerge de las expresiones culturales de nuestro país; ésta, al igual que la película, invita más a la reflexión y a la escucha de las diferentes posiciones que a una elaboración rápida y accidental de respuestas definitivas. Nos deja pues en la dulce intemperie y con la necesidad de rumiar más la maravillosa gama de expresiones que conforman el ser mismo de un pueblo. Justamente, quizás, en esto residirá  su éxito para la crítica y su fracaso en taquilla (“Sigo siendo” sólo ha permanecido una semana en salas, frente al mes y pico que permaneció en cartelera la mentada “Asu mare”). ¿Estaremos acostumbrándonos los peruanos a no esforzarnos por pensar –y repensar– sobre lo que nos constituye como tales? ¿O, fieles a las pervertidas prácticas democráticas que imperan en nuestro país solemos, únicamente, plegarnos a aquellas “respuestas” y “soluciones” más fáciles y acomodadas a nuestros intereses para así salvarnos el angustiante vacío de la incertidumbre?


Gran acierto el de Javier Corcuera, joven realizador peruano quien, en medio de una serie de producciones nacionales que dejan mucho que desear, busca insuflar nuevos aires de buen cine en las salas nacionales. Gran acierto y gran película pues, que como muchas de aquellos clásicos universales del séptimo arte terminará, soberbiamente, con una amplia toma del mar.