martes, 23 de julio de 2013

¡Chist!: El gran silencio

¡Chist!: El gran silencio, de Philip Gröning
Philip Gröning: Der Grosse Still, Zeitgeist Films, Alemania/Suiza/Francia/RU, 2005. 162 min.



Se lee en el capítulo diecinueve del Primer libro de los Reyes: “Se dispuso a pasar por la montaña el Señor Dios. Hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebrantaba las rocas; pero no estaba el Señor Dios en el huracán. Después del huracán, un temblor de tierra; pero no estaba el Señor Dios en el temblor. Después del temblor, fuego, pero no estaba el Señor Dios en el fuego. Después del fuego, el susurro de una brisa suave. [Allí Dios se encontraba presente]”.

Este fragmento puede resumir a la perfección “El Gran Silencio” (2005), documental del realizador alemán Philip Gröning sobre la Gran Cartuja, el mayor de los monasterios fundados por San Bruno en 1084 en Grenoble, Francia; antiquísima orden religiosa, famosa por instaurar –además de los votos e pobreza, castidad y obediencia– un cuarto compromiso especial: el voto de silencio perpetuo. “El Gran Silencio” (2005), buscará dar cuenta de un ideal de vida totalmente ajeno a nuestro ruidoso mundo, incomprensible incluso para los propios productores del film. Según ellos aseguran, en el año de 1984, luego de haber planificado cuidadosamente el film, manifestaron a los religiosos su deseo de rodar; toda lo que obtuvieron por respuesta fue que debían esperar. Quince años después, ya cuando el proyecto parecía haber caído en el olvido, el director recibió una peculiar llamada. Era el abad, habían tomado una decisión: querían rodar la película.    

La película, con ritmo pausado y grave, buscará introducirnos en la vida cotidiana de los cartujos. Conoceremos sus costumbres diarias, su lento transitar –siempre en sigilo-  por los centenarios pasillos de la hermosa abadía. Compartiremos su trabajo diario en los campos cercanos, enmarcados por un espléndido paisaje alpino; en la sastrería; en la cocina y en taller de confección de zapatos. Asistiremos a sus ceremonias religiosas, incluso a la incorporación de nuevos miembros a la Orden. Finalmente, el domingo, luego del almuerzo, escucharemos por primera vez sus quedas y calmadas voces, rompiendo la serenidad en el día de descanso, en el día del Señor.

El film, no es pues, en suma, un documental corriente. Uno de esos arrogantes trabajos de investigación en los que “expertos” y presuntuosos conductores describen la vida de una comunidad, de un grupo, desde un sitial de superioridad: ya sea como quien explora a una tribu de salvajes, o analiza un insecto desde el microscopio. Nada de eso. Estamos frente a un documental que tiene el gran mérito, además de muchos otros, de hacerse uno con el espacio y el tiempo que refleja, fundiéndose –respetuosamente- en la mirada que pretende recrear. Muestras de ello serán sus preciosas tomas, aquellas que con gran detalle y planificado gesto buscan reflejar en sus aparentes desenfoques o sombras el ambiente que se vive y el espíritu que habita en aquel lugar; recinto en donde, hace más de nueve siglos pervive nada menos que la Gran Cartuja de Grenoble. La ausencia de una voz todopoderosa, quizás la de un entrometido conocedor explicando todo lo que pasa, dará paso más bien a la pausa y el recogimiento, en la cinta. Las amplias vistas del paisaje que acompaña el monasterio, darán paso a primerísimos planos que nos sumergirán en la intimidad del claustro. Una muestra de cine de la mejor calidad. El arte no será, pues, una mímesis cualquiera; mediante el trabajo de las formas hará surgir “universales” de los particulares que refleja con maestría.


Toda una experiencia, no exenta de aspereza y dificultad. Ver esta película no resultará –como diríamos en buen cristiano– asistir a un común espectáculo. Sabemos que disfrutar una gran película implica sacrificar una parte de lo que somos para, finalmente, crecer un poco más.