Decadencia y belleza: La gran belleza, de Paolo
Sorrentino
Paolo Sorrentino: La grande bellezza. Babe
Films, France 2 Cinema, Indigo Film, Pathe Production. Italia.
2013. 142 min.
En los años 60’ una película revolucionó el cine y la manera de ver el mundo,
haciendo universales varios arquetipos que hasta ahora viven en nuestro
imaginario y lenguaje. Así pues, el conocido término paparazzi derivó de un célebre personaje de éste film –de apellido
Paparazzo– que fue el precursor de los actuales periodistas cazadores de
estrellas; así también –y por poner otro ejemplo– los excesos de cualquier
sociedad opulenta y refinada hasta la saciedad sólo podrán ser resumidos por una
frase que evoca, justamente, el título de un film que ya es todo un clásico: La dolce vita. En el 2013, más de medio
siglo después el legado de Fellini continuará vigente gracias a la última
producción de Paolo Sorrentino, confeso admirador del genio de Rímini, que reactualizará
en clave de este siglo la magistral obra de su ídolo.
Jep Gambardella (Toni Servillo) es un escritor italiano que, luego de
haber escrito en su juventud un clásico de la literatura contemporánea, resulta
incapaz de iniciar un nuevo proyecto artístico. A los 65 años se desempeña en
el ámbito de la crítica, frecuentando una bohemia romana en busca de respuestas
a su absoluta aridez espiritual. La búsqueda de un ideal estético (Belleza, Verdad
y Bondad) cada vez más esquivo sumirá a nuestro héroe en un profundo desencanto,
que buscará abolir con refinado humor negro, el amor de hermosas mujeres y en
la compañía de sus –también desorientados–
amigos. La noche romana, con sus excesos y excentricidades, será en marco
perfecto en el que se desarrolla esta tragicomedia llena de gracia y
sensibilidad, y que con justa razón ha sido galardonada con el Globo de Oro y
el Oscar a la mejor película extranjera.
La película resulta un manifiesto homenaje a Federico Fellini, tal como el
propio director mencionó en la ceremonia de entrega de los óscares. Secuencias
enteras traen a la memoria escenas de La
dolce vita (1960) y Otto e mezzo (1963),
además de aquella grandilocuencia y ensueño tan particulares del estilo
“fellinesco”, y que se repiten a lo largo de esta producción. Sin embargo el
tributo irá más allá de la forma. La médula misma de la película –la historia
de un artista sufriendo una dolorosa crisis de inspiración; y el retrato de un
hombre angustiado por el peso de la existencia, en medio del frívolo clima de
la bohemia– constituyen los dos ejes temáticos de las películas anteriormente
mencionadas. Finalmente, la idea de la ciudad –Roma, en este caso– como un
personaje principal, también será una de las obsesiones del legendario director
italiano.
No obstante lo antes dicho, La
grande bellezza (2013) no es una mera copia del genio creativo de Fellini. La
dinámica de los personajes fellinianos se inscribe ahora, gracias al buen
trabajo de Sorrentino, en las preocupaciones y malestares del siglo XXI. La
crisis de las ideologías sociales, la corrupción generalizada en los estamentos
de gobierno, la desintegración absoluta de un eje estético y una radical
apuesta por el hedonismo y el consumo harán de este film un testimonio mucho
más desesperanzador y duro que el de su par sesentero. Aquella débil pero
siempre presente esperanza de las películas de Fellini se encuentra casi
ahogada en el cinismo y amargura que se destila de esta versión contemporánea; La gran belleza se constituye, así, en
una fiel representación de estos tiempos.
La Gran Belleza es una producción que merece ser vista. Recordar gracias
a ella al gran cine italiano, y observar cómo éste se mantiene tan vigoroso y
fructífero como antes, nos insuflará nuevos aires artísticos en una oferta
cinematográfica saturada por la propuesta Hollywoodense. Pulgares arriba.