Mi favorita del Oscar: Whiplash, de Damien Chazelle
Damien Chazelle: Whiplash. Blumhouse
Productions; Bold Films; Right of Way Films. USA. 2014. 106
min.
“De gustibus non est disputandum” (sobre gustos no se disputa) señaló
alguna vez el gran Cicerón. Y en estos caóticos tiempos de gustos y colores
esta divisa ha relajado –en gran manera– mis particulares expectativas sobre
casi todo lo referente al arte, y especial sobre los innumerables concursos
artísticos en el ámbito local, nacional e internacional; sujetos muchos de
ellos a sorprendentes o misteriosos cánones. Paradójicamente, resultará
inevitable que siempre estemos más pendientes de los premios más reconocidos
internacionalmente –sea por su prestigio, mérito o arrastre mediático. Así
pues, y a pesar de nosotros mismos, el máximo galardón otorgado por la Academia
de Ciencias y Artes Cinematográficas se convertirá en un referente obligado
para cualquier entusiasta del séptimo arte. Sin embargo relajar no es suprimir,
y será también inevitable juzgar las cintas que han conseguido el dichoso
premio. Es necesario entonces que por estos meses que siguen a la premiación
dedicaremos horas de tertulias y cavilaciones y quizás unas cuantas líneas,
empecinadas a sondear y rebatir a los propios jurados –honorables miembros de
la Academia– y a sus particulares criterios de elección. Una inútil a la vez
que gustosa tarea.
Las decepciones que los Oscar’s han suscitado en la última década fueron
grandes. Vimos como films ganadores al Oscar a Mejor Película merecieron la
estatuilla más por presión ideológica (“Doce
años de esclavitud” 2013), disposición del mercado (“Argo” 2012), o por las particulares preferencias de los caciques
del medio (“Chicago” 2002) que por
sus cualidades artísticas. Este año fue la excepción. “Birdman” (2014) es un film que sin ser brillante se diferencia
notablemente de las últimas películas premiadas en cuanto calidad. Cintas que,
como ya hemos dicho, basaban su éxito en un discurso complaciente y
políticamente correcto, o una complejidad textual y visual nimia tan adecuada
al gusto masivo; en fin, aquel gusto que hace ganar millones. Si bien la
mencionada “Birdman” nos ofrece una
historia poco convencional y atractiva, tanto en el plano visual como en la
historia que desarrolla, ella –según el juicio de este humilde servidor- no
será la mejor película en habla inglesa del 2014.
Andrew es un entusiasta estudiante de primer año en uno de los
conservatorios más renombrados de Nueva York. Inspirado por los grandes del
Jazz, y en especial por el legendario Buddy Rich, buscará llegar emular a sus
ídolos en la ejecución de la batería. A cargo de la escuela Shaffer está
Fletcher (J.K. Simmons), un eximio jazzista y un meticuloso maestro en busca de
perfección. Un día encontrará a Andrew practicando su solo de batería cuando todos habían abandonado las aulas. Fletcher
promoverá, quizás caprichosamente, a Andrew a los grupos superiores que él
personalmente dirigía. Pronto, la admiración y agradecimiento del joven
estudiante por la “única oportunidad” que se le dio, se convertiría en odio y
dolor. La brutal pedagogía de Fletcher empujará a los estudiantes, y en
especial a Andrew, a una carrera frenética y tóxica por la genialidad.
“Wiplash” nos ofrece una historia sencilla pero de una potencia
impensable. Un relato que, gracias al buen manejo de su joven director, pone en
palestra la soberbia actuación de Simmons (ganador del Globo de oro, Sundance,
del BAFTA y finalmente del Oscar), la música y sonido (que también merecieron
la estatuilla dorada) y una cinematografía y edición que hacen una delicia de
este film, de principio a fin.
Originalmente pensada como un cortometraje, luego de ser exhibida ante
la crítica y los productores más importantes del medio, el film encantaría a
los primeros y motivaría a los últimos a invertir la módica suma de 3.3
millones de dolares para llevar a cabo un proyecto de mayor duración. Su joven
director y guionista, Damien Chazelle, con tan solo 31 años y un
largometraje a cuestas, se ha convertido en la revelación del año pasado.
Nominado al Oscar por mejor guoinista, y ganador al premio de mejor nuevo director en el Festival
Internacional de Cine de Valladolid, se convierte junto con el veterano actor J.K. Simmons, en protagonistas en la justa
cinematográfica del pasado 22 de febrero.
La relación alumno–profesor
ha merecido cintas paradigmáticas que han abordado el tema desde los más
variados ámbitos. Desde la archiconocida –e infelizmente emulada por una generación de docentes– “Sociedad de los poetas muertos” (1989),
cuyo protagonista –muerto a estas alturas también– encarnó a John
Keating, devenido luego en un ícono de
un modelo liberal que acometió contra sí mismo hasta las últimas consecuencias;
hasta la mordaz y altamente recomendable “El maestro de la verdad” (2011), dura
crítica del colapsado sistema norteamericano de educación pública en la persona
de un profesor de literatura suplente encarnado por Adrien Brody; la profesión
de educador ha sido abordada desde diversos y contradictorios ángulos:
inclusión social, libertad y creatividad, sexualidad y sentimentalidad, y finalmente
éxito y perfección. Es en este punto que, erigiéndose en un anti John Keating, Simmons trae a la vida a un profesor muy
adecuado a estos tiempos que borrará de un plumazo aquella sonrisita depresiva
que embarcó a una serie de jóvenes sedientos de perfección al fracaso, forjando
un modelo de sacrificio total por la belleza en la que la empatía no tiene
cabida.
Dinámica, electrizante, apasionada: eso es “Wiplash”. Film imperdible
para este año que comienza en perfecta afinación, a pesar que los odiosos
expertos de la Academia den la nota discordante.