martes, 24 de marzo de 2015

Mi favorita del Oscar: Whiplash

Mi favorita del Oscar: Whiplash, de Damien Chazelle
Damien Chazelle: Whiplash. Blumhouse Productions; Bold Films; Right of Way Films. USA. 2014. 106 min.



“De gustibus non est disputandum” (sobre gustos no se disputa) señaló alguna vez el gran Cicerón. Y en estos caóticos tiempos de gustos y colores esta divisa ha relajado –en gran manera– mis particulares expectativas sobre casi todo lo referente al arte, y especial sobre los innumerables concursos artísticos en el ámbito local, nacional e internacional; sujetos muchos de ellos a sorprendentes o misteriosos cánones. Paradójicamente, resultará inevitable que siempre estemos más pendientes de los premios más reconocidos internacionalmente –sea por su prestigio, mérito o arrastre mediático. Así pues, y a pesar de nosotros mismos, el máximo galardón otorgado por la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas se convertirá en un referente obligado para cualquier entusiasta del séptimo arte. Sin embargo relajar no es suprimir, y será también inevitable juzgar las cintas que han conseguido el dichoso premio. Es necesario entonces que por estos meses que siguen a la premiación dedicaremos horas de tertulias y cavilaciones y quizás unas cuantas líneas, empecinadas a sondear y rebatir a los propios jurados –honorables miembros de la Academia– y a sus particulares criterios de elección. Una inútil a la vez que gustosa tarea.  

Las decepciones que los Oscar’s han suscitado en la última década fueron grandes. Vimos como films ganadores al Oscar a Mejor Película merecieron la estatuilla más por presión ideológica (“Doce años de esclavitud” 2013), disposición del mercado (“Argo” 2012), o por las particulares preferencias de los caciques del medio (“Chicago” 2002) que por sus cualidades artísticas. Este año fue la excepción. “Birdman” (2014) es un film que sin ser brillante se diferencia notablemente de las últimas películas premiadas en cuanto calidad. Cintas que, como ya hemos dicho, basaban su éxito en un discurso complaciente y políticamente correcto, o una complejidad textual y visual nimia tan adecuada al gusto masivo; en fin, aquel gusto que hace ganar millones. Si bien la mencionada “Birdman” nos ofrece una historia poco convencional y atractiva, tanto en el plano visual como en la historia que desarrolla, ella –según el juicio de este humilde servidor- no será la mejor película en habla inglesa del 2014.

Andrew es un entusiasta estudiante de primer año en uno de los conservatorios más renombrados de Nueva York. Inspirado por los grandes del Jazz, y en especial por el legendario Buddy Rich, buscará llegar emular a sus ídolos en la ejecución de la batería. A cargo de la escuela Shaffer está Fletcher (J.K. Simmons), un eximio jazzista y un meticuloso maestro en busca de perfección. Un día encontrará a Andrew practicando su solo de batería cuando todos habían abandonado las aulas. Fletcher promoverá, quizás caprichosamente, a Andrew a los grupos superiores que él personalmente dirigía. Pronto, la admiración y agradecimiento del joven estudiante por la “única oportunidad” que se le dio, se convertiría en odio y dolor. La brutal pedagogía de Fletcher empujará a los estudiantes, y en especial a Andrew, a una carrera frenética y tóxica por la genialidad.

“Wiplash” nos ofrece una historia sencilla pero de una potencia impensable. Un relato que, gracias al buen manejo de su joven director, pone en palestra la soberbia actuación de Simmons (ganador del Globo de oro, Sundance, del BAFTA y finalmente del Oscar), la música y sonido (que también merecieron la estatuilla dorada) y una cinematografía y edición que hacen una delicia de este film, de principio a fin.

Originalmente pensada como un cortometraje, luego de ser exhibida ante la crítica y los productores más importantes del medio, el film encantaría a los primeros y motivaría a los últimos a invertir la módica suma de 3.3 millones de dolares para llevar a cabo un proyecto de mayor duración. Su joven director y guionista, Damien Chazelle, con tan solo 31 años y un largometraje a cuestas, se ha convertido en la revelación del año pasado. Nominado al Oscar por mejor guoinista, y ganador al premio de mejor nuevo director en el Festival Internacional de Cine de Valladolid, se convierte junto con el veterano actor J.K. Simmons, en protagonistas en la justa cinematográfica del pasado 22 de febrero.

La relación alumno–profesor ha merecido cintas paradigmáticas que han abordado el tema desde los más variados ámbitos. Desde la archiconocida –e infelizmente emulada por una generación de docentes– “Sociedad de los poetas muertos” (1989), cuyo protagonista –muerto a estas alturas también– encarnó a John Keating, devenido luego en un ícono de un modelo liberal que acometió contra sí mismo hasta las últimas consecuencias; hasta la mordaz y altamente recomendable “El maestro de la verdad” (2011), dura crítica del colapsado sistema norteamericano de educación pública en la persona de un profesor de literatura suplente encarnado por Adrien Brody; la profesión de educador ha sido abordada desde diversos y contradictorios ángulos: inclusión social, libertad y creatividad, sexualidad y sentimentalidad, y finalmente éxito y perfección. Es en este punto que, erigiéndose en un anti John Keating,  Simmons trae a la vida a un profesor muy adecuado a estos tiempos que borrará de un plumazo aquella sonrisita depresiva que embarcó a una serie de jóvenes sedientos de perfección al fracaso, forjando un modelo de sacrificio total por la belleza en la que la empatía no tiene cabida. 

Dinámica, electrizante, apasionada: eso es “Wiplash”. Film imperdible para este año que comienza en perfecta afinación, a pesar que los odiosos expertos de la Academia den la nota discordante.