domingo, 22 de mayo de 2011

Los ojos de Dios: Ágora

Los ojos de Dios: Ágora, Alejandro Amenabar

Agora: Alejandro Amenabar. Himenoptero, Telecinco cinema. 2010. 128 min.


La propaganda podrá convertirse en arte sólo cuando esta se reconozca como tal. Esta premisa se corrobora analizando algunas emblemáticas cintas como El nacimiento de una nación (1915) y Acorazado Potenkim (1924); films que sin disfrazar su sesgo político-ideológico se han convertido en verdaderas obras maestras al pretender comunicarnos su parcial visión del mundo mediante una estética de valor universal.

Por el contrario Agora es una de aquellas películas que pasarán sin pena ni gloria por la historia del cine, sin otro atributo que su carácter ridículamente pretensioso. Sus ánimos totalizantes tan divorciados de la perspectiva histórica sólo lograrán convencer al más ingenuo y escandalizar al letrado; todo bajo la agravante de una seudo-objetividad.

Justamente la trama de esta cinta radica entre la mítica lucha entre la “objetividad” científica y el “bárbaro oscurantismo” en que recae cualquier hereje de la religión positvista. Siendo así que bajo esta concepción simplista, disciplinas como el psicoanálisis, la ética, la filosofía y la poesía –aquellas que no endiosaron al frío guarismo y al vetusto método de verificación empírica–, serán consideradas como meras mitologías que representarán un lastre al saber humano. Es de esta manera que Ágora encarna aquella caricatura de la ciencia que pretende, entre otras cosas, que las disciplinas matemáticas y exactas se confundan –y hasta remplacen– postulados éticos y morales. Derrochando una cuidada escenografía y magnífico vestuario, esta cinta alcanza desnaturalizar personajes históricos en sus ánimos propagandísticos de índole anticlerical. La matemática Hypatía y San Cirilo de Alejandría se convertirán en grotescos personajes de folletín, y los alumnos de la academia del dios Serapis parecerán cualquier estudiante de un College progresista y experimental, y finalmente los paleocristianos parecerán más huelguistas del SUTEP que devotos y fervientes mártires.

Es de remarcar pues el exagerado ánimo antireligioso de esta cinta, que en boca de su director Alejandro Amenabar, “sólo pretendió evidenciar la intolerancia”; confirmándose así que el cine post-franquista español ofrecerá abordará –mayormente– dos grandes líneas temáticas: apología homosexual, furor anticlerical, y todas las combinaciones intermedias. Ya lo había dicho el viejo incrédulo de Émile Ciorán: “Cada pueblo traduce en el devenir y a su manera los atributos divinos; sin embargo el ardor de España permanece único. Si hubiera sido compartido por el resto del mundo, Dios estaría agotado, desprovisto y vacío de El mismo. Y para no desaparecer –por autodefensa– hace prosperar en sus países el ateísmo… Toda santidad es más o menos española: si Dios fuera Cíclope, España le serviría de ojo”.

(IIPalmas fraternales)

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