martes, 1 de enero de 2013

Tratado lunático: La Voz de la Luna


“Tratado lunático”: La Voz de la Luna, de Federico Felinni.
Federico Fellini: La Voce della Luna, C.G. Group Tiger Cinematografica, C.G. Group Tiger Cinematografica-Cinemax, Cinemax, RAI. Italia. 120.  min. 1989.
                         



En 1989 Federico Fellini, uno de los más grandes directores de todos los tiempos, nos regalaría su última película, protagonizada por el consagrado Paolo Villaggo y por el novel Roberto Benigni. Libre interpretación de Il poema dei Lunatici de Enanno Cavazzoni, “La voz de la Luna” está escrita en la particular clave felliniana de sus últimas obras, tales como Intervista (1987), Ginger y Fred (1986) y La Ciudad de las Mujeres (1980), en las que explora –poetizando– sus más íntimas obsesiones y miedos, plasmando en registro onírico de gran derroche visual aquellos cotidianos calvarios que lo aquejaban en la última etapa de la vida, a la vez que abordaba –una vez más– sus tópicos fundamentales: el circo, la música, las mujeres y, finalmente: la locura. Sin embargo la película con la que comparte una especial relación es Y la nave va (1983), obra culmen del género fellinniano, cuyo particular estilo se inició veinte años antes con 8 y ½ (1963). Películas análogas ya sea por la particular sobriedad visual que comparten, la profundidad metafísica de  los diálogos y los temas que en ella se abordan, o quizás, simplemente, por aquella suave melancolía que nos ha cogido el alma, al tiempo que se apaga el proyector. 

En la cinta contemplamos la vida de dos lunáticos: Ivo Salvini (Benigni) y el prefecto Gonella (Villaggio), quienes nos hacen parte de sus desvaríos y temores, como una especie de débil registro de desconsuelos matizados por un genial humor. Poco a poco, los inverosímiles y bellos pasajes que se presentan ante nosotros nos permiten reconstruir –tal como un rompecabezas cuyas piezas surgen entre el sueño y la realidad–sus historias (su niñez y enfermedad) y las historias de sus compañeros de sanatorio y sus celadores, de sus parientes y doctores.  La Voz de la Luna aparecerá ante nosotros como un delicado fresco de humanidad, pleno de melancolía, humor y sueños. Un film, que sin ser una de las obras cúlmenes del maestro romano, es un precioso film con el que Fellini se despide de este mundo legándonos más de dos lustros de pasión, alegría y –sobre todo– sueños.

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