Nostalgia:
Desembarcos, de Jeanine Meerapfel.
Jeanine Meerapfel: Desembarcos. INCA, Instituto Goethe.
Argentina. 1986-89. 74 min.
En
la realidad observamos que los seres, sean animados o inanimados, no están
compuestos nada más que por forma y materia; una que los constituye y otra que los
configura como tales. La forma de cada uno de los entes será su esencia, es
decir eso que hace que ellos “sean”, lo que los determina y define. Sin
embargo, nos atrevemos a afirmar que existen realidades más complejas –aquellas
que exceden a lo particular– que también pueden ser concebidas de ese modo. Es
así que a una ciudad, compuesto inagotable de seres de diversa índole, también quizás
se le podrá atribuir una esencia.
Muchas
veces, luego de mantener una relación con cualquier ciudad –un vínculo que sólo
se alcanza con la persistencia y los
años– logramos tener un concepto amplio
de lo que significa un espacio vivo, muchas veces caótico y angustiante, pero
siempre tan real como el día a día. Asimilaremos
luego, en el cotidiano convivir con sus calles y avenidas, la personalidad de una urbe en sus aromas y
sonidos, en su luminosidad y su gente. Así pues, advertimos que toda la ciudad
–como un único ser – palpita al unísono revelando una existencia particular y
una voluntad autónoma.
De
otro lado, a pesar de los incontables esfuerzos realizados, podemos afirmar que
existen pocos films que han retratado con
éxito la idiosincrasia de una ciudad. Las más de las veces la conoceremos a
través de un sólo individuo, alguien en que se encarna la metrópoli;
reflejándonosla a través de sus traumas y manías, en sus aspiraciones y
costumbres, mientras recorre –hecho uno con el paisaje- la ciudad que lo posee.
Sin embargo, pocas veces se ha logrado con un film de corte casi documental,
tocar la médula misma de una localidad. Desembarcos
(1986-89) es una excepción. Con esta pequeña obra maestra, Jeanine
Meerapfel (directora argentino-alemana), ha logrado presentar ante nosotros un
cuadro maravilloso de su segunda ciudad: Buenos Aires; y lo ha hecho
simplemente repitiéndonos, en todos los tonos y medios posibles, una sola
palabra, aquella que puede definir perfectamente a la Villa fundada por Solis:
Nostalgia.
Aunque
su título refiere al desarraigo vivido por la gran masa de inmigrantes que
llegaron a las costas del Río de la Plata, la cinta aludirá a hechos más
recientes. Buenos Aires, a pesar de haber permanecido desde antaño bajo el sino
de la tragedia y del desencanto, pivotes sobre los que descansan gran parte de
su folcklore y literatura, ha atravesado en la actualidad dolorosos
eventos, en los que el patetismo rioplatense ha concentrado actualmente su
melancolía: la dictadura militar de la década de los 70’, sangriento período
que tiño de sangre a toda Argentina y en especial a su capital. Es con ese
pretexto con el que Meerafel rueda su film, dejando de lado lo testimonial o
histórico para concentrarse en la cinematografía: en las texturas y la imagen;
buscando así, con cada acento, plasmar la esencia misma de la nostalgia. La
especial relación de la directora con buenos Aires jugará también un rol
fundamental en la película. Su retorno a su segunda patria después de un largo
período en Alemania, significará para ella vincularse nuevamente con la urbe de
su niñez; situación doblemente triste, al haber regresado en momentos en que
Argentina acababa de salir de la dictadura y atravesaba duras circunstancias de
inestabilidad política.
Un
filme tan hermoso como desconocido en nuestro medio. Sencilla obra que,
mediante una cuidada conjunción de tomas, secuencias, guión –amén de la tan
porteña música de Astor Piazzolla– alcanza niveles líricos impensables. Finalmente,
cuando las luces clareen y el proyector se apague, habrá quedado impresa en
nuestra alma la esencia misma de la ciudad de María de los Buenos Aires.
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