martes, 18 de junio de 2013

Nostalgia: Desembarcos.

Nostalgia: Desembarcos, de Jeanine Meerapfel.
Jeanine Meerapfel: Desembarcos. INCA, Instituto Goethe. Argentina. 1986-89. 74 min.


                         
En la realidad observamos que los seres, sean animados o inanimados, no están compuestos nada más que por forma y materia; una que los constituye y otra que los configura como tales. La forma de cada uno de los entes será su esencia, es decir eso que hace que ellos “sean”, lo que los determina y define. Sin embargo, nos atrevemos a afirmar que existen realidades más complejas –aquellas que exceden a lo particular– que también pueden ser concebidas de ese modo. Es así que a una ciudad, compuesto inagotable de seres de diversa índole, también quizás se le podrá atribuir una esencia.

Muchas veces, luego de mantener una relación con cualquier ciudad –un vínculo que sólo se alcanza con la persistencia y  los años–  logramos tener un concepto amplio de lo que significa un espacio vivo, muchas veces caótico y angustiante, pero siempre tan real como el día a día.  Asimilaremos luego, en el cotidiano convivir con sus calles y avenidas,  la personalidad de una urbe en sus aromas y sonidos, en su luminosidad y su gente. Así pues, advertimos que toda la ciudad –como un único ser – palpita al unísono revelando una existencia particular y una voluntad autónoma.     

De otro lado, a pesar de los incontables esfuerzos realizados, podemos afirmar que existen pocos films que han retratado  con éxito la idiosincrasia de una ciudad. Las más de las veces la conoceremos a través de un sólo individuo, alguien en que se encarna la metrópoli; reflejándonosla a través de sus traumas y manías, en sus aspiraciones y costumbres, mientras recorre –hecho uno con el paisaje- la ciudad que lo posee. Sin embargo, pocas veces se ha logrado con un film de corte casi documental, tocar la médula misma de una localidad. Desembarcos (1986-89) es una excepción. Con esta pequeña obra maestra, Jeanine Meerapfel (directora argentino-alemana), ha logrado presentar ante nosotros un cuadro maravilloso de su segunda ciudad: Buenos Aires; y lo ha hecho simplemente repitiéndonos, en todos los tonos y medios posibles, una sola palabra, aquella que puede definir perfectamente a la Villa fundada por Solis: Nostalgia.

Aunque su título refiere al desarraigo vivido por la gran masa de inmigrantes que llegaron a las costas del Río de la Plata, la cinta aludirá a hechos más recientes. Buenos Aires, a pesar de haber permanecido desde antaño bajo el sino de la tragedia y del desencanto, pivotes sobre los que descansan gran parte de su  folcklore y  literatura, ha atravesado en la actualidad dolorosos eventos, en los que el patetismo rioplatense ha concentrado actualmente su melancolía: la dictadura militar de la década de los 70’, sangriento período que tiño de sangre a toda Argentina y en especial a su capital. Es con ese pretexto con el que Meerafel rueda su film, dejando de lado lo testimonial o histórico para concentrarse en la cinematografía: en las texturas y la imagen; buscando así, con cada acento, plasmar la esencia misma de la nostalgia. La especial relación de la directora con buenos Aires jugará también un rol fundamental en la película. Su retorno a su segunda patria después de un largo período en Alemania, significará para ella vincularse nuevamente con la urbe de su niñez; situación doblemente triste, al haber regresado en momentos en que Argentina acababa de salir de la dictadura y atravesaba duras circunstancias de inestabilidad política.   

Un filme tan hermoso como desconocido en nuestro medio. Sencilla obra que, mediante una cuidada conjunción de tomas, secuencias, guión –amén de la tan porteña música de Astor Piazzolla– alcanza niveles líricos impensables. Finalmente, cuando las luces clareen y el proyector se apague, habrá quedado impresa en nuestra alma la esencia misma de la ciudad de María de los Buenos Aires. 

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