La
genealogía de la pasión: Medea, de Pier Paolo Pasolini
Pier Paolo Pasolini: Medea.
Films Number One, Janus Films, Planfilm, San Marco Finanziera. Italia. 1970. 118
min.
Para el peruano promedio, la noción
de “tragedia griega” es un concepto extraño e ininteligible, sin embargo –y sorprendentemente
para él– podemos decir que su conocimiento del tema será mayor del que pueda
admitir. Así pues, los 2 500 años que nos separan de Sófocles y Eurípides no
significaran mucho para quien convive con los avatares e infortunios de Edipos,
Electras y Medeas contemporáneos. Y es que todos los días, luego de dar un
vistazo a los programas noticiosos en T.V. o a las portadas de un “diario
chicha”, aquellos violentos episodios que consagrara tiempo ha la literatura
clásica, cobrarán vida esta vez con
algunos giros locales: así pues la madre que inmola a sus hijos entregándolos
al fuego para así hacer sufrir a una pareja infiel, no vestirá en nuestros días
sandalias y túnica, y muy a la manera moderna utilizará esta vez un eficaz veneno
para ratas; y el hijo que asesinará a su padre por el poder no habitará la
lejana Corinto, sino más bien –en nuestros tiempos– heredará un también cruel
imperio del narcotráfico. En fin, como dice el Eclesiastés: “No hay nada nuevo
bajo el sol”.
Federico Nietzsche, heterodoxo
estudioso de la tragedia griega, sostendrá una particular aunque verosímil
teoría al respecto. Esta manifestación dramática tendría su origen, según él,
en las fiestas religiosas celebradas en honor a Baco: festividades en las que
sus sacerdotisas –las bacantes– se someterán a excesos (de alcohol y sexo) para
culminar en la mutilación ritual de sus cuerpos: toda una puesta en escena de
la autodestrucción. Y en esto radica la esencia
de la tragedia, en una delirante –e incesante– consagración a las pasiones
desbordadas. En las obras maestras de la Grecia Clásica, todos los personajes
labrarán un destino infeliz a causa de las decisiones irracionales que tomarán,
inspiradas en las pasiones que los dominan; arrebatos que nacerán por designio
de los dioses según los dramaturgos helénicos.
Resulta ocioso, por tanto, resaltar
la importancia que tendrá en nuestro medio el análisis y la discusión de la
tragedia, ya que ella permitirá echar un vistazo a nuestras más oscuras
pasiones para así dominarlas. En un país como el nuestro, en el que lo más
primario domina a sus habitantes (la gastronomía, un eufemismo para la vulgar comida;
la bebida, que si es alcohólica es mejor, y el espectáculo fácil que linda en
la absoluta estupidez), los ciudadanos resultarán ensimismados en una realidad únicamente
instintiva y visceral que devendrá en una vida guiada por la pasión y el
desenfreno. Las palabras de Medea ante la catástrofe por ella provocada –“Ahora no soy nada y me dejan sola; a menudo
he observado que éste es mi destino: no ser nada“– resonarán luego en boca
de los miles de desdichados que tratarán así de justificar los crímenes que les
dan unas horas de efímera –y desventurada– fama.
Por otro lado, nada resultará mejor
que zambullirse en las páginas de este interesante drama bajo el patrocinio de
un también trágico director italiano: Pier Paolo Pasolini. Una vida consagrada
al arte pero signada por la desventura, que acabó en una muerte espantosa –asesinado
y desfigurado– a manos de su amante homosexual. La vocación esteticista que
nutre los filmes de Pasolini marcará también su versión de Medea, muy superior
a todas las otras que se han rodado.
Protagonizada por la también famosa
cantante lírica griega, María Callas, en este film se ensaya una versión muy
auténtica y original de la obra de Eurípides, sin traicionar la esencia de
aquel trascendental texto. En la cinta,
más que privilegiarse los diálogos del drama, la trama se presentará en
lenguaje puramente cinematográfico: el vestuario, la interpretación, pero sobre
todo, la fotografía hilarán la historia presentando un corpus compacto y lleno
de significado. Se hace, pues, imposible dejar de entender el alma humana a
cabalidad sin echar una ojeada a esta obra monumental, tanto del cine como de
la literatura.
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