¿Cine o Foro?: Los juicios de Nuremberg, de Stanley
Kramer
Stanley Kramer: Judgement at Nuremberg.
Metro-Goldwyn Mayer, United Artists. USA. 1961. 186
min.
El primero de febrero de este año el mundo del cine sufrió la pérdida de
un talentoso actor. Hablamos del suizo-austriaco
Maximilian Schell, protagonista de importantes películas como Heidi (1968), La Cruz de Hierro (1977) y Un
puente muy lejano (1974). No obstante aquellos importantes papeles, el rol
más memorable de su carrera lo logrará encarnando a Hans Rolfe, un joven y
apasionado abogado alemán que buscará exculpar de crímenes contra la humanidad
a su maestro –el juez nazi Emil Hahn– en los ya legendarios juicios de
Nuremberg. Es justamente bajo este título –Judgement
at Nuremberg (1961)– que Stanley Kramer nos presentará una super producción
que dará muy buena cuenta de la época dorada de Hollywood.
Dos años después de la Segunda Guerra Mundial, Dan Haywood (Spencer
Tracy), juez de un pequeño pueblo en Estados Unidos, será nombrado presidente
de un tribunal encargado de juzgar jerarcas nazis. En él, junto con sus pares
rusos e ingleses, recaerá la difícil tarea de procesar a Emil Hahn (Burt
Lancaster), eminente jurista y presidente de la Suprema Corte de Alemania
durante la época hitleriana, quien es acusado de avalar e institucionalizar una
serie de medidas genocidas. Hans Rolfe (Schell), por su parte, llevará a cabo
una defensa magistral que, en dos ocasiones precedentes acarrearon la nulidad
del juicio. Una ciudad devastada y
sumida en el hambre será, por último, el marco ideal de una historia de lucha
por los principios y redención personal.
Bajo la experta dirección de Stanley Kramer (reconocido por films de la
talla de La hora final (1959), Heredarás el viento (1960), Adivina quién viene esta noche a cenar (1967),
entre otros) Los juicios de Nuremberg
se convierte en una película obligada del subgénero del “drama judicial”. Los
diálogos y monólogos que allí encontramos nos refieren a la esencia misma de lo
jurídico, develándose en el film los conflictos más disputados y vigentes
dentro de esta rama del saber humano: la primacía del Derecho Natural no
escrito versus el Derecho Positivo consensual; la objeción de conciencia frente
a los deberes de Estado; la dignidad humana de cara a las políticas públicas. Lo
mejores argumentos de la discusión jurídica contemporánea pasarán ante nuestros
ojos en boca de Schell y de Tracy, haciéndonos preguntar –junto con Cicerón,
Gayo y Ulpiano– sobre la naturaleza misma de lo que llamamos Derecho.
A pesar de lo monótona y tediosa que hubiera podido resultar la película
esta discurrirá cautivante, gracias en primer lugar a una acertada dirección en
la que sobresaldrá la austeridad y eficacia visual de las tomas y las
secuencias, así también como por la historia de amor que atravesará el asunto
principal, matizando eficazmente cualquier dejo de pesadumbre que pudiera
producir el film. De otro lado, sólo podemos calificar como magistrales las actuaciones
de Spencer Tracy, Burt Lancaster, Montgomery Clift, Judy Garland, Marlene
Dietrich, y en especial la de Schell; actuación que le valdría el Premio de la
Academia a mejor actor ese mismo año.
Una obra maestra indiscutible, Los
juicios de Nuremberg resulta un referente ineludible para el cine forúm de
alguna Facultad de Derecho, como un film fundamental para cualquier aficionado
al “drama judicial”. Advertencia: no confundir con el film homónimo del 2000,
producido para televisión y protagonizado por Alec Baldwin; cinta que poseyendo
mérito propio no abordará los mismos temas de su predecesora y, a todas luces, no
alcanzará el gran nivel cinematográfico de ésta.
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