Del cine a la hora
del lonchecito: Locos de Amor, de Frank Pérez-Garland.
Frank Pérez-Garland: Locos
de amor. Tondero. Perú.
2016. 110 min.
Hace algún tiempo ya, cuando
gozaba de un tiempo libre que más parecía ocioso, naufragando en la web junto a
un querido amigo, hubimos de toparnos con el video completo del Primer Congreso
del Partido Comunista del Perú – Sendero Luminoso, allá por el año 89’. Ante
nosotros aparecieron esas imágenes tan recordadas en las que Abimael baila
“Zorba el griego” mientras arranca suspiros y sonrisitas a sus encandiladas
camaradas. Sin embargo, más absurda que esa escena –tan dolorosamente viva en
la memoria colectiva del Perú– resultan lo tres minutos anteriores: apreciamos
a un Abimael Guzmán que, muy afanoso, posa ante las cámaras entre hoces y
martillos de papel lustre mientras, a lo lejos se escuchan las tonadas del hit
romántico de Yordano di Marzo: “Locos de Amor”.
Mientras observábamos asombrados como el capo terrorista se deleitaba
con las tiernas notas de la canción, mi amigo, en un inusitado rapto de
inspiración, exclamaría: “Verdaderamente estos eran unos locos de amor”.
Y es que en las precedentes
líneas se comprueba una vez más una tesis que por mucho tiempo había venido
madurando en mi mente: Si existe algo como un síndrome nacional del que pocos
son inmunes, esta es la música romántica. Las innumerables –y exitosas–
emisoras que están consagradas a los edulcorados géneros de 70’ y 80’; el
inusitado éxito en nuestro país de melosos nuevaoleros extranjeros que resultan
desconocidos en sus propias tierras; la proliferación imitadores de baladistas
de la que hacen gala los programas de televisión, son algunas muestras de
aquello. El peruano es, en definitiva, un tipo sentimental. Terriblemente
sentimental. Y la música romántica es una de nuestras enseñas y a la vez la
maestra de una nueva generación de románticos empedernidos. Y es que no podemos
escapar a ella, nos persigue en el transporte público, en la sala de espera de
un juzgado, en el consultorio del dentista. Todos están locos de amor.
Justamente, luego de sonados
fracasos, la producción nacional ha logrado un acierto al tener en cuenta esta
lección. Apartándose por fin de las consabidas fórmulas cinematográficas
nacionales: brutal realismo urbano; fracasado derroche de exotismo en clave de
“grandes autores”; vulgaridad y chiste fácil con ínfulas de obra artística,
Bruno Ascenso y Mariana Silva han apostado por un ligero musical, sin ninguna
pretensión, en el que se explota la vocación sentimental de un pueblo. “Locos
de amor”, cultura radial peruana llevada al paroxismo, nos presenta cuatro
cómicas historias de amores y desamores en el seno de una familia limeña de
clase media. Rodada casi íntegramente en la Residencial San Felipe, el film nos
ofrece algo totalmente diferente de lo que tondero nos vino mostrando
últimamente, integrando hilaridad, música y romance.
La película acierta,
justamente donde muchas del medio fallaron. Apuesta por lo simple, cuidando los
detalles como la fotografía, el ritmo, la coreografía; y manteniendo lo bueno
como las actuaciones de Giovanni Ciccia, Rossana Fernández Maldonado, Gianella
Neyra, Lorena Caravedo, etc. Los personajes, familiares y bien logrados, logran
todo su efecto: la identificación plena.
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