sábado, 11 de septiembre de 2021

Mal de muchos: De vuelta a 1942, de Feng Xiaogang.

 

Mal de muchos: De vuelta a 1942, de Feng Xiaogang.
Feng Xiaogang (2012). Yī Jǐu Sì Èr. Huayi Brothers. China. 146 min.




Es el siglo III a.C. y Qin Shi Huang ha conquistado los otros seis reinos de la región, logrando unificar China. Inmediatamente, el primer emperador emprende una serie de reformas administrativas y grandes proyectos de construcción para consolidar su poder. Entre ellas manda consolidar una serie de fortificaciones al norte del país para contener a las tribus nómadas. Para edificar la Gran Muralla China ordenará el desplazamiento de aldeas completas y someterá a trabajos forzados a miles de hombres que dejarán sus huesos como cimientos de las fortalezas. Así inicia la historia del gigante oriental. Lo hace estableciendo una costumbre: la inmolación del pueblo chino a instancias de sus despóticos gobernantes. «De vuelta a 1942» pretende ser una crónica cinematográfica de uno de esos holocaustos, ya en tiempos contemporáneos.

En 1942 China venía siendo ocupada y destruida por el Imperio del Japón. Un débil gobierno republicano a cargo del general nacionalista Chiang Kai Shek resistía en el este del país. A pesar del apoyo recibido por los Estados Unidos en la figura del general Joseph Stilwell, la ineptitud y corrupción de sus efectivos militares y burócratas sólo cosechaban derrotas. Chiang vivía paranoico por conservar su precaria posición con brazo de hierro, y gastaba más recursos de los que tenía en enfrentarse a los comunistas de Mao, además de los nipones. En ese atroz escenario, la provincia de Henan –una de las pocas que no estaban sometidas a la férula japonesa– sufrió una hambruna como no se había visto en siglos. Los campos estaban vaciados de hombres quienes habían sido levados, y una plaga de langostas destruyeron la poca producción de arroz. Esto provocó un éxodo de más de 8 millones de personas. Los que huían de la guerra, de la enfermedad y sobre todo del hambre, fueron también blanco de la fuerza aérea japonesa que, buscando ralentizar el avance del ejército nacionalista chino, bombardeó caminos abarrotados de refugiados. A pesar de ello, el gobierno de Chiang no solo desoyó los reportes que recibía de la tragedia, sino que pretendió ocultarlos a sus aliados occidentales. Finalmente, y por presión de los americanos, se decidió enviar parte de los suministros militares a una población exhausta y hambrienta. Sin embargo, funcionarios y generales –quienes eran parte de una red generalizada de corrupción que, finalmente, haría triunfar a sus rivales comunistas– traficaron y ocultaron toneladas de arroz destinadas a sofocar la escasez. Se calcula que de 2 a 5 millones de habitantes perecieron por hambre o violencia, llegándose a extender prácticas como el canibalismo o la trata de personas 

«De vuelta a 1942» es una producción china que, en el 2012, recrea la tragedia siguiendo el relato de Liu Zhenyun. Se trata de un homenaje 70 años después de la debacle, pero también constituye un manifiesto político o un film de propaganda producido por el régimen comunista chino. En él se pone de relieve cómo la maldad de los industriales, capitalistas y burgueses fue una causa indirecta de la hambruna. Censura la acción de misionera y caritativa de la Iglesia Católica, en la persona de un inverosímil monje trapense. Pero sus mayores críticas las enfila contra Chiang Kai Shek, enemigo capital de Mao Tse Tung. La lista tradicional de enemigos del régimen de la república popular está casi completa. Extraña luego el gentil tratamiento que hace de los norteamericanos, encarnados en Adrien Brody (que encarnó a Theodore H. White, el periodista que debeló la hambruna al mundo) y Peter Noel Duhamel (Gen. Joseph Stilwell). A pesar de su impresionante fotografía y buenos recursos visuales –resaltan soberbias secuencias de batallas–, la cinta cae en el maniqueísmo y la caricaturización de los personajes (típico riesgo de este tipo de producciones). Asimismo, se percibe el abuso del recurso dramático, al no dosificarse el patetismo y el dolor. La victimización, finalmente, desdibuja la magnitud de la catástrofe, y va en contra de los propios intereses de la cinta. A pesar de ello, es una película que vale la pena verse, por todo que propone y significa.

No obstante, no debe olvidarse que el gobierno comunista chino que patrocina este film, planteándolo como una lección de humanidad y contra cualquier actitud que vaya contra de la dignidad del hombre, curiosamente se caracteriza por su autoritarismo y violencia (a pesar que los palurdos de turno le revienten salvas). Justamente, 20 años después del genocidio provocado por el gobierno nacionalista chino, Mao Tse Tung llevó a cabo un proyecto de reingeniería social conocido como el Gran Salto Adelante, utopía comunista que provocó una hambruna considerada como el más mortal de los desastres provocados por el hombre en la historia humana. Ella cobró la vida de alrededor de 50 millones de personas por las políticas delirantes del gobierno comunista y su Gran Timonel. Este desastre provocado aún no tiene película que la describa, y hasta 1981 fue absolutamente negada por el gobierno chino. El mismo régimen que gasta millones en hacer ver la paja en el ojo ajeno. 


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