Los laberintos de un mito: Chinkanas del Cuzco, de Enrique Zavala.
Enrique Zavala (2023) Chinkanas del Cuzco. Los laberintos de un mito. Arequipa: Edición del autor.
Eran
los finales de los 90’y yo viajaba sólo por primera vez a Cuzco. Siempre me
había fascinado el pasear por esa maravillosa ciudad desde que la conocí de
niño, buenos años atrás. Sin embargo, en esa ocasión, mi admiración por su
pasado y hermosa arquitectura se conjugaban con las ganas de diversión
nocturna, de la que la ciudad también era famosa. La primera noche de nuestra
estadía nos dirigimos a una conocida discoteca en el centro de la ciudad, de la
que recuerdo, sobre todo, un hermoso muro inca que le servía de escenario. Si
bien nuestra intención era pasar un buen y relajado rato en esos primeros años
de juventud, el peso de la historia y la cultura de aquella gran ciudad nunca
pudo –ni puede– sustraerse del todo.
Así
pues, luego de conocer y departir con algunos jóvenes y chicas oriundos de
aquel lugar, entre copa y copa, conocí por primera vez la historia de la
Chinkana. Recuerdo que era de madrugada y, atravesando las calles, vimos una
oquedad en una pared de piedra bien pulimentada. Una muchacha, a partir de ella
contó la historia del laberinto subterráneo del Cuzco; de los muchachos
perdidos y enloquecidos en su interior; del choclo de oro con el que salió el
único afortunado de las incursiones a los túneles prehispánicos; y como ese
camino bajo tierra –clausurado en esas fechas por razones de seguridad– partía
de Sacsayhuaman hasta el Koricancha, atravesando subterráneamente los puntos
neurálgicos y más emblemáticos de la urbe, y en cuyos pasadizos y grutas se
encontraba el tesoro de los Incas.
Francamente,
sin dejar de gozar con esas historias que tenían mucho de leyenda urbana –como
las que se cuentas en Arequipa de Mónica la Condenada y de los tapados
enterrados en las crestas del Pichu Pichu– que siempre caen bien en una
incursión nocturna, las concebí como meros cuentos que la tradición oral
atesora por motivos de chanza o hasta por fines truculentos.
En
las numerosas veces que he ido a Cuzco –a Dios, gracias– nunca he dejado de
escuchar, por alguna u otra razón, ciertos relatos más sobre la Chinkana. Sin
embargo, y como todo en esta vida, fui perdiendo paulatinamente el interés en
ella, a la vez que los giros y versiones sobre su existencia se hacían cada vez
más inverosímiles como “redituables” en boca de guías sin formación académica y
especializados en el “turismo esotérico” (guías que, por otra parte, deben ser
causantes de gran parte del descalabro patrimonial de la ciudad, luego de que fomenten
manosear compulsivamente a las magníficas rocas en busca de unos cuantos voltios
de “energía mística”). Afortunadamente, hace unos días, llegó a mis manos un
libro que desbarató mis creencias –o, mejor dicho, incredulidades– sobre el
tema. Se trata de “Chinkanas del Cuzco”, texto escrito por el destacado
periodista local, Enrique Zavala, quien hace algunos años dedicara también interesantes
líneas sobre Juanita, la doncella del Ampato.
Con
un estilo ágil y ameno, Zavala se interna en el laberinto de recuerdos,
opiniones y rumores que existen sobre las Chinkanas del Cuzco. A manera de un
reportaje periodístico, el comunicador arequipeño reconstruye la imagen del
mito para acercarse a la realidad de la mano de antropólogos e historiadores;
de cronistas y arqueólogos que han intentado descubrir los secretos de unos
túneles que, supuestamente, recorren las profundidades del Cuzco. Es aquí donde
vale la pena rescatar la conocida habilidad de Zavala como entrevistador, ya
que el libro está estructurado, más que como una narración, como una amplia y
plural entrevista; un poliedro de emociones, vivencias y opiniones desde donde
emerge –a duras penas– la verdad detrás de la leyenda. Zavala se enfoca, además
de lo científico y lo técnico, en lo que verdaderamente importa: en las
personas. No sólo su testimonio es el que acoge y proyecta de una manera
empática y respetuosa (en las antípodas de los periodistas/entrevistadores
nacionales, quienes se han educado en la academia de la vejación y maltrato
sistemático a sus contertulios, haciendo fiel reflejo de la vil clase política
a la que pretenden censurar con moralina vergonzosa). Zavala, en su texto,
“sacrifica” y paradójicamente a la vez potencia el tema central del libro –la
Chinkana– para poner el reflector sobre sus interlocutores, iluminando también
parte de su historia para hacer más visible la de la ciudad imperial y sus
misterios.
“Chinkanas del Cuzco”, luego, no sólo trata de ruinas y patrimonio que espera ser descubierto. Es un libro que, fundamentalmente, retrata una búsqueda como sinfonía a muchas voces, en la que los interlocutores son importantes. En su obra se muestran valiosas tanto las galerías ancestrales subterráneas de los Incas, como los recuerdos de los amigos, el esfuerzo de los académicos y el sentir y decir popular sobre algo que, si aún no existiese, ya tendría suficiente entidad para ser admirado sólo por el hecho de tener un lugar en la memoria.
Finalmente, “Chinkanas del Cuzco” es un libro muy recomendable, por lo provechoso, informativo y divertido que resulta. En el cruce de caminos de la crónica, el informe científico y la novela policial, su ágil lectura hace las delicias del público especializado o lego. Constituye, luego, un ejercicio de escritura digno de emular y de difundirse al estar a caballo entre los trabajos netamente académicos –y, por lo tanto, sólo aptos para iniciados– y los de “divulgación”, que en su mayoría repiten sólo tópicos consabidos y mentirosos de nuestra historia, y que a la vez parecen apéndices mediocres de un manual escolar. El libro de Enrique Zavala se presenta en la Feria Internacional del Libro de Arequipa (FIL) el lunes 25 de setiembre a las 18:00 hs. Agradecemos, pues, su publicación y al autor por emprender esta aventura en los entresijos de una historia sin resolver. Esperamos leer más títulos similares, ya que, al parecer, si queremos que alguien cuente una historia sobre la Historia, es mejor que sea Zavala el que lo haga.
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