miércoles, 8 de mayo de 2013

El malestar de la cultura: Ocho y medio.


El malestar de la cultura: Ocho y medio, de Federico Fellini.
Federico Fellini: Otto e mezzo, Cinerez, Italia, 1963, 135 min.
                         

Dando inicio a una pequeña serie de “las 100 mejores películas del S. XX”, presentamos en primer lugar –y sin orden de preferencia- a la obra maestra de Federico Fellini: 8 y ½.

No sin razón se dice que Fellini –junto con Antonioni y Pasolini- constituyen el punto cumbre del cine italiano de post-guerra. La senda trazada por Visconti y De Sica, que discurrirá por las amarguras de un país arruinado por la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial, poco a poco toma nuevos rumbos a medida que la situación política y económica se estabiliza. Luego de los desgarrados retratos que ofrecieron Ladrón de bicicletas (1948) y Roma, ciudad abierta (1945), algunos realizadores se concentrarán en otros matices, apartándose de la propuesta inicial del primer Neorrealismo. Así pues algunos directores buscarán graficar el alma popular italiana remontándose a sus orígenes; otros ahondarán el tema político desde una visión abiertamente partidaria –Giuliano Montaldo, Elio Petri y los hermanos Taviani-; sin embargo un grupo de innovadores buscarán reflejar en sus obras un sentimiento –que si bien fue usual en Italia luego de la estabilización política y económica– es enteramente universal.

El tedio, ese particular sinsabor producto del descreimiento y del confort, que tan bien indagó  Schopenahuer y que define de pies a cabeza a una clase media consolidada monetariamente, pero a la vez padece el desencanto propio del fin de las ideologías. Así pues en los 70tas, “El existir precede al ser” pregonaban los Sartre y los Heidegger mientras que el rock resonaba pavorosamente en los oídos de una gente que no deseaba cuestionarse. Una multitud cuya filosofía entera respondía a “hacerse una vida cada día”. Es ahí que irrumpirá Federico Felinni, denunciando sutilmente –lleno de humor y fantasía- ese mundo vacuo e inconsistente (que hasta ahora sufrimos), a la vez que se denunciará a sí mismo como parte de ese gentío extraviado, enumerando sus miedos y dudas, describiendo escrupulosamente su doloroso oscilar entre el anhelo de un pasado bucólico y la chirriante sofisticación de la modernidad.

Felinni, finalmente cuestionará –cual digno hijo de un tiempo de descreimiento– su condición de artista y la propia naturaleza del arte. Ocho y medio es pues un sugerente título que responde a ese particular momento en la historia de un director en que, luego de haber filmado ocho películas y un corto, atravesaba por una total crisis creativa y existencial. Indagando en su pasado y en la relación con sus padres; cuestionando sus creencias y reelaborando su visión del mundo; confrontado su ideal estético con el amor que profesaba a su esposa, a la vez que se arrojaba a los brazos de su amante, la vida misma de Guido Anselmo –alter ego de Fellini- se tornará una obra de arte, una obra maestra de las mayores proporciones. “El gran mentiroso de Rimini”, se saldrá una vez más con la suya y –como debe hacer todo buen arte- trocará en belleza la más triste de las condiciones.  

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