martes, 14 de mayo de 2013

La emancipación del celuloide: La aventura.


La emancipación del celuloide: La aventura, de Michelangelo Antonioni.
Michelangelo Antonioni: L’Avventura. PCE. Italia, Francia. 1960. 145 min.


                        
 “L’Avventura, de Michelangelo Antonioni [constituye] el momento memorable en el que el cine le dice a la novela: a un lado compañera, yo también puedo contar”. Así describe Cabrera Infante a una de las películas más controversiales de todos los tiempos.  Estrenada en 1960, esta co-producción ítalo-francesa despertó el interés –sea para alabarla, o para escarnecerla- en todo el mundo. Ya desde el inicio el film generó opiniones encontradas, detractores y apologistas. Debutar en Cannes entre pifias y abandonos masivos de la sala, para luego recibir el Premio Especial del Jurado días después, dan cuenta de ello. A más de medio siglo de distancia la balanza parece haberse inclinado definitivamente del lado de la admiración. De otro lado, y para sorpresa nuestra, la cinta parecerá tremendamente convencional a primera vista, a pesar de todo el polvo levantado. Allí radicará su más grande acierto; sabemos pues que las más grandes revoluciones se hacen con sordina.

Así pues, si sus colegas más talentosos desafiaban al de entonces, haciendo uso de los más estrambóticos medios y delirantes requiebres visuales; Antonioni asestó el golpe maestro y, con parsimoniosa y firme mano, obtuvo para el cine (que hasta entonces vivía bajo la odiosa tutela sus hermanas mayores: la novela, la música y/o el teatro)  la tan ansiada mayoría de edad.

La cinta discurre enteramente en un viaje de placer al sur de Italia. Una adinerada pareja –Sandro y Claudia– sufre los embates (silenciosos, mas incontenibles) del hartazgo y del aburrimiento, mientras ambos recorren las islas sicilianas. A una vida sin complicaciones le seguirá, luego, una existencia insoportable, el malestar propio de una pareja sin arraigo. El film, dando cuenta de una realidad desasida de cualquier obligación (que no sea para con sus satisfechos apetitos) representará a cabalidad la angustia que deviene del tedio. Monocorde, repetitiva, muchas veces tediosa; sin echar mano a diálogos o elementos externos, esta obra maestra, fundará uno de los más grandes hitos en la historia de la cinematografía. Mediante unas secuencias visuales que son -a estas alturas- ya clásicas (resaltando la profundidad y amplitud de las tomas), y gracias a un  impecable manejo del silencio y el ritmo; donde nada ocurría aparentemente -ausencia de diálogos, ningún giro en la trama-, brotará ante nuestros ojos un inquietante drama, trazado hasta en los más íntimos detalles. Toda la gravedad del silencio y la lacónica majestad del Mediterráneo, recrearán pincelada a pincelada, los recónditos paisajes del alma humana.   

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