martes, 25 de junio de 2013

Entre las sombras del espíritu: La Pasión de Juana de Arco.

Entre las sombras del espíritu: La Pasión de Juana de Arco, de Carl T. Dreyer
Carl T. Dreyer: La Passion de Jeanne d´Arc, Societé Generale des Filmes, 114 min. 1928.



La estética del poder

             A principios del S. XVII una nueva concepción de la belleza se delinea en los cenáculos artísticos europeos; la nueva corriente responde a los acontecimientos inmediatos: el clima ideológico en el orbe reacciona contra las viejas estructuras – tanto políticas, como de pensamiento – volviendo los ojos al hombre, quien reclama su total señorío frente a todo lo que le rodea. El Renacimiento reivindica a una humanidad asfixiada entre los humores de la metafísica otorgándole la completa capacidad de regirse a sí misma, de aprehender mediante sus frágiles sentidos todo el universo natural y consagrar a la razón como la medida de todas las cosas; esto mediante la vuelta de la tradición pagana y asumiendo aquellos valores resumidos en el viejo lema de los juegos olímpicos: Citius, altius, fortius.

            Sin embargo, y por encima de las – cíclicas – ansias del ser humano por decretar el imperio total de la razón, la avalancha de lo irracional siempre se hubo de desbordar por los márgenes de la historia. Justamente, la máxima expresión del inconsciente, se definirá como el Barroco. Definido como la estética del poder, haciendo alusión al impulso y patrocinio que brindó la Iglesia Católica a este movimiento y su uso en favor de la Evangelización del Nuevo Mundo y la reacción a la Reforma Luterana, el Barroco fue el vehículo más idóneo para representar el universo alegórico y la complejidad doctrinaria de la Iglesia. El tenebrismo, las recargadas ornamentaciones y la ruptura de la fluidez en espacio – arquitectónico – se mostraron como eficaces intentos en el afán de generar en la feligresía la plena conciencia del dolor, sacrificio, majestad y de la vida ultraterrena.

La pasión por el encuadre

            En 1981, el encargado de limpieza de una institución mental en Oslo encuentra en un armario clausurado una copia del primer negativo no censurado de La Passion de Jeanne d’Arc, cuyo único original había sido destruido en un incendio. Este extraño suceso constituyó un verdadero milagro cinematográfico, ya que luego del siniestro que hubo de estropear su filme, Dreyer se opuso rotundamente a re-editar la película a partir de las tomas que se salvaron del fuego. Por muchos años circularon entre los círculos cinematográficos más privilegiados escenas incompletas e inconexas tomas de una obra maestra mutilada – víctima de una censura más cruel que la que le impuso el Arzobispo de París luego de su exhibición – hasta que aquel milagro en el psiquiátrico noruego permitió la circulación masiva – una edición impecable ya se puede encontrar en DVD[1] – y la delicia de los cinéfilos.  

       Sin embargo, no nos ha de sorprender por que esta cinta hubo de esconderse por décadas en un antiguo centro de salud mental, ya que cualquiera que eche un vistazo al filme comprenderá su extraño paradero. Juana de Arco, la santa patrona de Francia es también – según la Iglesia Católica – patrona de “la gente ridiculizada por su piedad”. La pucelle siempre ha sido fuente de las mayores controversias y opiniones contrarias; se dice, por ejemplo, que la Dama de Orleáns consumía ciertas sustancias ricas en hormonas animales para mantenerse en un permanente estado extático y hasta que padecía diversas enfermedades mentales como la esquizofrenia y la paranoia. Es allí donde la cinta de Dreyer  hace su aparición como un fidedigno retrato de la santa[2] sobre todo por su tratamiento formal, tan exacto que hasta podría fungir de un documento científico. La actuación de Renée Jeanne Falconetti es considerada por muchos como la mejor que ha dado hasta ahora la historia del cine, representando sorprendentemente a Juana tanto en sus periodos extáticos, como en los de fragilidad ante la cercanía de su ejecución.  

Conclusión

            Siendo una película muda – considerada por muchos como el culmen de este género – la preocupación de Dreyer se centró en una impecable fotografía y en favorecer al máximo el trabajo de los actores (curiosamente en el reparto figura el famoso poeta Antonin Artaud, quien encarna a un cruel obispo). La técnica de Dreyer – que consiste en el uso constante de close ups – acentúa las realistas actuaciones, dejándonos apreciar todos las matices de cada uno de los personajes. La profundidad en la representación y el acertado guión permiten una interpretación ambigua, múltiple y por lo tanto rica del suceso. El juego de luces y sombras, el austero vestuario y escenografía y el manejo de la cámara en su mayoría en espacios cerrados, reproduce un barroquismo de eficaz factura.

La Passion de Jeanne d’arc en suma una película dura. Imposible pues, sustraerse del patetismo y de las hondas interrogantes que puedan despertar la cinta. Verla significa integrarse a aquella dimensión en la que viven los mártires y ascetas, acoger sus principios – tan reñidos con los del mundo moderno – y no  simplemente parodiarlos como se hizo en algunas películas de corte “místico” – como en The Messenger: The Story of Joan of Arc (1999) – a la manera new age.  





[1]  Edición que, a estas alturas y a Dios gracias, también circula en el mercado paralelo.
[2] El guión de la cinta fue extraído de los manuscritos originales del proceso seguido contra Jeanne d’Àrc  el año de 1431 en Ruán, que terminó condenándola a la hoguera. 

martes, 18 de junio de 2013

Nostalgia: Desembarcos.

Nostalgia: Desembarcos, de Jeanine Meerapfel.
Jeanine Meerapfel: Desembarcos. INCA, Instituto Goethe. Argentina. 1986-89. 74 min.


                         
En la realidad observamos que los seres, sean animados o inanimados, no están compuestos nada más que por forma y materia; una que los constituye y otra que los configura como tales. La forma de cada uno de los entes será su esencia, es decir eso que hace que ellos “sean”, lo que los determina y define. Sin embargo, nos atrevemos a afirmar que existen realidades más complejas –aquellas que exceden a lo particular– que también pueden ser concebidas de ese modo. Es así que a una ciudad, compuesto inagotable de seres de diversa índole, también quizás se le podrá atribuir una esencia.

Muchas veces, luego de mantener una relación con cualquier ciudad –un vínculo que sólo se alcanza con la persistencia y  los años–  logramos tener un concepto amplio de lo que significa un espacio vivo, muchas veces caótico y angustiante, pero siempre tan real como el día a día.  Asimilaremos luego, en el cotidiano convivir con sus calles y avenidas,  la personalidad de una urbe en sus aromas y sonidos, en su luminosidad y su gente. Así pues, advertimos que toda la ciudad –como un único ser – palpita al unísono revelando una existencia particular y una voluntad autónoma.     

De otro lado, a pesar de los incontables esfuerzos realizados, podemos afirmar que existen pocos films que han retratado  con éxito la idiosincrasia de una ciudad. Las más de las veces la conoceremos a través de un sólo individuo, alguien en que se encarna la metrópoli; reflejándonosla a través de sus traumas y manías, en sus aspiraciones y costumbres, mientras recorre –hecho uno con el paisaje- la ciudad que lo posee. Sin embargo, pocas veces se ha logrado con un film de corte casi documental, tocar la médula misma de una localidad. Desembarcos (1986-89) es una excepción. Con esta pequeña obra maestra, Jeanine Meerapfel (directora argentino-alemana), ha logrado presentar ante nosotros un cuadro maravilloso de su segunda ciudad: Buenos Aires; y lo ha hecho simplemente repitiéndonos, en todos los tonos y medios posibles, una sola palabra, aquella que puede definir perfectamente a la Villa fundada por Solis: Nostalgia.

Aunque su título refiere al desarraigo vivido por la gran masa de inmigrantes que llegaron a las costas del Río de la Plata, la cinta aludirá a hechos más recientes. Buenos Aires, a pesar de haber permanecido desde antaño bajo el sino de la tragedia y del desencanto, pivotes sobre los que descansan gran parte de su  folcklore y  literatura, ha atravesado en la actualidad dolorosos eventos, en los que el patetismo rioplatense ha concentrado actualmente su melancolía: la dictadura militar de la década de los 70’, sangriento período que tiño de sangre a toda Argentina y en especial a su capital. Es con ese pretexto con el que Meerafel rueda su film, dejando de lado lo testimonial o histórico para concentrarse en la cinematografía: en las texturas y la imagen; buscando así, con cada acento, plasmar la esencia misma de la nostalgia. La especial relación de la directora con buenos Aires jugará también un rol fundamental en la película. Su retorno a su segunda patria después de un largo período en Alemania, significará para ella vincularse nuevamente con la urbe de su niñez; situación doblemente triste, al haber regresado en momentos en que Argentina acababa de salir de la dictadura y atravesaba duras circunstancias de inestabilidad política.   

Un filme tan hermoso como desconocido en nuestro medio. Sencilla obra que, mediante una cuidada conjunción de tomas, secuencias, guión –amén de la tan porteña música de Astor Piazzolla– alcanza niveles líricos impensables. Finalmente, cuando las luces clareen y el proyector se apague, habrá quedado impresa en nuestra alma la esencia misma de la ciudad de María de los Buenos Aires. 

martes, 4 de junio de 2013

Lujurioso entremés: Las edades del amor.

Lujurioso entremés: Las edades del amor, de Giovanni Veronesi.
Manuale d’amore 3: Giovanni Veronesi. Filmauro. Italia. 2011. 125 min. 




La picaresca, si bien constituye un género universal, sentará su plaza fuerte en los países latinos y muy especialmente en Italia, cuna del Humanismo y del Renacimiento. Es así que, empapada de los ideales de este movimiento, la literatura italiana del S. XIV tornará sus ojos al hombre, celebrando la naturaleza y los placeres de la vida, forjándose en la península un estilo de desbordante erotismo. Impecables líneas en las que se festejará la voluptuosidad sin culpa; sensualidad de una inocencia semejante a la que gozarían Adán y Eva antes de su expulsión del Paraíso.

Siete siglos después, la idiosincrasia italiana seguirá la senda trazada por los Bocaccios y los Casanovas, y su arte celebrará la vida y la pasión y aún las adversidades con ánimo generoso. En esa línea, destacados directores como Pasolini, Monicelli, Visconti, De Sica y  Fellini –entre otros– representarán ante nosotros como truhanes y pícaras caerán –sin remordimiento alguno– en los designios del corazón y los sentidos, para luego habitar en los abismos tormentosos –pero por eso no menos deleitosos– del impulsivo y loco amor. Cercana a inolvidables films como Bocaccio70’ (1962), Casanova 70’ (1965), Ayer, hoy y mañana (1965),  Manual d’amore es una buena muestra de cómo ese espíritu desenfrenado aún hoy pervive en el imaginario cinematográfico italiano.

Así pues, frente a la hermética y dolorosa sensualidad a la que nos tiene acostumbrados el cine francés (…Y Dios creó a la mujer (1958), El último tango en París (1972), La profesora de piano (2001)); o frente al intenso erotismo español, angustiado hasta la médula por la culpa (Buñuel, Berlanga, Bigas Luna, Eloy de la Iglesia, Almodovar), nos sorprenderá la naturalidad y el gozo con que los personajes del cine italiano reciben, tanto los placeres de la carne como los males que les siguen. La –a estas alturas, típica- bonhomía y exquisitez italiana será, entonces, el mejor antídoto para cualquier triste suceso.

La cinta recrea –fiel a la obra de Bocaccio– un conjunto de historias que dan cuenta del amor en tres etapas de la vida: la juventud, la madurez y la tercera edad. En todas, los anti-héroes abandonarán cualquier escenario estable en aras de una pasión avasalladora. A la manera de los protagonistas de Los inútiles (1953) de Fellini, bribones desencantados se resistirán a darle cara a las contrariedades de la vida, celebrando al mismo tiempo aquel inocente erotismo, propio del primer encuentro con la mujer amada, como el –también  inocente– júbilo y desenfado infantil. Con contagiosa chispa e hilarantes ocurrencias, mujeres y hombres de toda edad, origen y circunstancia se abandonarán a los brazos del ángel juguetón de las flechas venenosas, para sucumbir –felices– al más doloroso de los destinos.  


Son dignas de reseñarse las hermosas vistas de la campiña toscana, serenísima región donde la naturaleza y una espléndida arquitectura medieval que emerge de ella, servirán de marco para la película. El sosegado deleite de los sentidos, pues, alcanzará correlato en las cuidadas tomas de la cinta. Asimismo, las espléndidas actuaciones de Carlo Verdone –célebre comediante italiano– y de los archiconocidos Robert de Niro y Mónica Belluci (cuya voluptuosa belleza fue expuesta con todas sus letras en la película) darán la nota de calidad al film. Altamente recomendable.