martes, 3 de septiembre de 2013

Todos están muertos: Pedro Páramo.

Todos están muertos: Pedro Páramo, de Carlos Velo
Carlos Velo: Pedro Páramo. Clasa Films Mundiales, Producciones Barbachano Ponce, México, 1967. 110 min.



“Vine a Comala  porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”. Así inicia una de las más importantes novelas escritas en nuestro idioma, y quizás una de las más significativas del Siglo XX. Esta obra, la única novela de Juan Rulfo, le valió –y con justa razón– ser considerado como uno de los más grandes escritores de Latinoamérica. Vanguardista, costumbrista, universal. La historia de Comala y Juan Preciado ha cautivado a lectores de todas partes del orbe, haciendo de la convulsionada vida social mexicana de inicios de siglo un ficción de ámbito universal.  

Cincuentaidós años después de su publicación Carlos Velo lanzaría la primera versión cinematográfica de la novela, y a pesar que se suele decir que ninguna adaptación en el cine puede estar a la altura del  libro que busca recrear (en especial si se trata de una obra maestra como esta), nos atrevemos a señalar que este film constituye una honrosa excepción –junto a la Muerte en Venecia (1971) de Visconti o Lolita (1962) de Kubrick, según los entendidos.    

Con la participación de Ignacio López Tarso –extraordinario actor mexicano y protagonista de clásicas cintas como Macario (1960) y Nazarín (1958)– y guión del consagrado escritor mexicano Carlos Fuentes, Pedro Páramo (1967) nos sumerge en la vida y desgracias de los habitantes de Comala, aquel pueblo maldito –y a estas alturas inmortal–, que sufrirá el hambre, la explotación y la guerra en los convulsos tiempos de la Revolución Mexicana y la Guerra Cristera.  México entero es retratado por Rulfo, y nuevamente por Fuentes y Velo, en sus desolados confines; el hondo sentir de una nación –sus sueños y pesadillas– se verá materializado en esta bellísima historia; ilusión onírica que lindará con el mito, nunca exenta del espanto y la desilusión.   
  

Obra destacada del periodo de oro del cine mexicano, este film  -si bien emerge de la sustancia misma de la obra de Rulfo- poseerá un fulgor propio, siendo por sí misma una obra elogiable. Suelen pasarla en cualquiera de los dos canales de cine mexicano que transmiten en el cable, quizás oculta en una programación acaparada por los consabidos dramones y films de charros pendencieros; cintas que, por otra parte, para muchos constituirán el arquetipo del cine producido al sur del Río Grande.  Recomendada incluso para quienes ya han leído el libro.  

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