Todos
están muertos: Pedro Páramo, de Carlos Velo
Carlos Velo: Pedro Páramo.
Clasa Films Mundiales, Producciones Barbachano Ponce, México, 1967. 110 min.
“Vine a Comala
porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”. Así
inicia una de las más importantes novelas escritas en nuestro idioma, y quizás
una de las más significativas del Siglo XX. Esta obra, la única novela de Juan
Rulfo, le valió –y con justa razón– ser considerado como uno de los más grandes
escritores de Latinoamérica. Vanguardista, costumbrista, universal. La historia
de Comala y Juan Preciado ha cautivado a lectores de todas partes del orbe, haciendo
de la convulsionada vida social mexicana de inicios de siglo un ficción de
ámbito universal.
Cincuentaidós años después de su publicación
Carlos Velo lanzaría la primera versión cinematográfica de la novela, y a pesar
que se suele decir que ninguna adaptación en el cine puede estar a la altura del
libro que busca recrear (en especial si
se trata de una obra maestra como esta), nos atrevemos a señalar que este film
constituye una honrosa excepción –junto a la Muerte en Venecia (1971) de Visconti o Lolita (1962) de Kubrick, según los entendidos.
Con la participación de Ignacio López Tarso –extraordinario
actor mexicano y protagonista de clásicas cintas como Macario (1960) y Nazarín (1958)–
y guión del consagrado escritor mexicano Carlos Fuentes, Pedro Páramo (1967) nos sumerge en la vida y desgracias de los
habitantes de Comala, aquel pueblo maldito –y a estas alturas inmortal–, que
sufrirá el hambre, la explotación y la guerra en los convulsos tiempos de la
Revolución Mexicana y la Guerra Cristera.
México entero es retratado por Rulfo, y nuevamente por Fuentes y Velo,
en sus desolados confines; el hondo sentir de una nación –sus sueños y
pesadillas– se verá materializado en esta bellísima historia; ilusión onírica
que lindará con el mito, nunca exenta del espanto y la desilusión.
Obra destacada del periodo de oro del cine
mexicano, este film -si bien emerge de
la sustancia misma de la obra de Rulfo- poseerá un fulgor propio, siendo por sí
misma una obra elogiable. Suelen pasarla en cualquiera de los dos canales de
cine mexicano que transmiten en el cable, quizás oculta en una programación
acaparada por los consabidos dramones y films de charros pendencieros; cintas
que, por otra parte, para muchos constituirán el arquetipo del cine producido al
sur del Río Grande. Recomendada incluso
para quienes ya han leído el libro.
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