Elogio de
la propaganda: Z, de Constantin Costa-Gavras
Constantin Costa-Gavras: Z. Office National pour le Commerce et l'Industrie
Cinématographique, Reggane Films, Valoria Films. Francia, Argelia. 1969. 128
min.
¿Existen los films “políticos”? Encontramos
aristas de denuncia en muchas cintas –ya sean notables o no– rodadas a la
fecha. Películas clásicas, como El
nacimiento de una nación (1915), Ladrón
de bicicletas (1948), o Matar a un ruiseñor (1962), han buscado hacernos tomar conciencia de atroces
circunstancias históricas, o injustas coyunturas para determinados sectores
sociales o hasta para pueblos enteros. De otro lado, muchos realizadores han
dedicado toda su vida y pasión a producir esta clase de cintas: Gillo
Pontecorvo, los hermanos Taviani, Elio Petro en Italia; Robert Moore en los
EEUU y André Wajda en Polonia; y ya más cerca a nuestra realidad, Fernando
Solanas en Argentina. Sin embargo, si queremos entender la quintaesencia de un
film “político- ideológico” debemos acudir a uno de los realizadores que con
más acierto han desarrollado este tema. Nos referimos naturalmente al director
griego Constantin Costa-Gavras.
Cintas como Estado
de sitio (1973), film en el que se dará cuenta de la represión desplegada
por el gobierno militar en Uruguay –metáfora de una convulsionada Latinoamérica
en los años 70’-80’; Desaparecido (1982),
que aborda la desaparición de Charles Horman, activista político norteamericano
ejecutado extrajudicialmente por el gobierno de Augusto Pinochet, en
complicidad con su propia embajada; y la polémica Amén (2002), que desarrollará el tema del holocausto nazi y la
ambigua reacción que tuvo la Iglesia Católica a propósito de este desastre. Sin
embargo, será uno de sus primeros films –y aquel que le daría renombre
internacional– el que será considerado como su obra maestra: Z (1969).
La letra “Z”, en griego antiguo significa: “aún
está vivo”, proclama dirigida contra el gobierno militar griego de los años 60’ , culpado del asesinato del
dirigente pacifista Grigoris Lambrakis (interpretado en el film por Yves
Montand). La película discurrirá en el contexto político de la Grecia de ese
tiempo, y en especial, en el entramado delictivo desplegado por altas
autoridades del ejército y la policía para acallar y ejecutar
extrajudicialmente a los opositores. Film delicioso, en el que se combina con
acierto el suspenso y la incertidumbre, con un refinado humor negro. Destacan
en el film las soberbias actuaciones de Jean Louis Trintignant (quien
caracteriza en el film a Christos Sartzetakis, el juez de instrucción que
develará la conspiración a pesar de las amenazas que se cernían sobre su cabeza),
y de Irene Papas como la esposa de Lambrakis.
En el puñado de películas dirigidas por el
griego, y más allá de la parcializada visión del mundo que pretendan revelar
(no olvidemos que Costa-Gavras es un
activo militante comunista, que incluso participó –de muy joven- en la
resistencia partisana que se libró en su país contra la ocupación nazi), resulta
francamente encomiable, tanto el vigor y la consistencia que se advierten en
cada una de sus obras, como la pericia desplegada en ellas con el único
objetivo de hacernos compartir el dolor y la angustia que emanan de las causas
por él defendidas. Sobrias, emotivas, sutilmente trabajadas. Costa-Gavras posee
un estupendo manejo de la técnica del thriller, administrando los tiempos y el
ritmo, dosificando la intensidad de la trama hasta llevarnos a un verdadero
paroxismo.
Se hace fundamental revisar la obra del gran
maestro griego del cine político, más allá de nuestras creencias o posiciones
ideológicas. Una gran lección de cine “comprometido” nos espera, una muestra de
propaganda de la mejor calidad.
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