martes, 27 de mayo de 2014

Cura de silencio: César debe morir.

Cura de silencio: César debe morir, de los Hermanos Taviani.
Paolo y Vittorio Taviani: Cesare deve morire, Kaos Cinematografica, Rai Cinema, Stemal Entertainment, Le Talee. Italia. 2012. 76 min.



En 1764, en Italia, se publicó un opúsculo cuya repercusión en nuestra sociedad todavía está latente: De los delitos y de las penas. Con este trabajo Césare Beccaria daría la pauta sobre un debate que, antes que él, ya sumía al hombre en el desconcierto. El crimen es una realidad social y moral incontrovertible, pero que a la vez se mantiene oscura en cuanto los motivos y las causas que empujan a cometerlo, y a la vez sobre cómo podemos doblegar y corregir tan infausto suceso. Luego, sólo con asombro podremos enfrentarnos a una realidad tan próxima y tan contraria a la humanidad misma.

Así también, el arte, ese gran crisol de lo más sublime que posee el ser humano, ha devenido en un elemento expiatorio y reparador para aquellos que han caído en la desgracia de quebrantar la Ley. Es en esta línea que los célebres hermanos Taviani –Paolo y Vittorio– nos ofrecerán un drama singular que reavivará el debate que tres siglos antes había iniciado su compatriota Beccaria. Una meta-historia que echando mano a la suprema adaptación de Shakespeare, actualizará el relato de uno de los crímenes más conocidos de todos los tiempos: El asesinato de Julio César a manos de Bruto y Casio y la búsqueda de la tan ansiada redención.

César debe morir (2012) es un documental que da cuenta del proceso creativo en el que se ven envueltos un puñado de convictos italianos –condenados a severísimas penas– al buscar representar la magistral obra de Shakespeare: “Julio César”. Rodada íntegramente en la prisión, asistiremos a una singular puesta en escena que va modelando paulatinamente el temperamento de los actores hasta lograr la fusión de estos con el particular carácter de los personajes; circunstancia que luego generará en ellos una suerte de espacio de reflexión sobre sus propias derrotas y aciertos.   

A pesar de la evidente –y expresa– filiación progresista de los hermanos Taviani y del paradigma resocializador que mantienen, el film nos lleva a concluir nociones que los directores jamás se atreverían a afirmar. Así pues, el dogma penal ilustrado (basado a su vez en el dogma del “antropocentrismo positivo”  rousseauneano) expondrá que el ser humano, por ser un ente racional y “naturalmente bueno”, comete delito sólo y únicamente en un trance de grave alteración de la conciencia o enfermedad moral[1]; así pues, la pena resultará una cura benéfica que, mediante el tratamiento adecuado, devuelva al ciudadano la conciencia moral perdida accidentalmente. Un dogma que siguen a pie juntillas los hermanos Taviani y otros minimalistas o abolicionistas penales quienes niegan que la necesidad de la pena se base en la expiación moral y social que procura, como antaño se creía. A pesar de esto, a lo largo del film observaremos como los propios reo le darán la contra a estos postulados. Ellos en repetidas ocasiones afirmarán –sumidos en el dolor que les implica tal aceptación– que el grave daño cometido fue causa de su libre decisión, condiciendo así la pena cometida como una medida esencialmente justa. Abogarán, asimismo, sobre los beneficios de un tratamiento penitenciario que los sectores más liberales buscan a toda costa desterrar: el sistema disciplinario basado en el aislamiento relativo, el silencio y la imposición de medidas correccionales. Una vez más la voz popular repetirá en la canción de los Latín Brothers: “Pagando una larga pena, la máxima del juzgado / De rodillas te prometo que al vicio no vuelvo más / Yo seré honrado y honesto me voy a regenerar (…) Madre mía yo te lloro y quiero estar a tu lado / A la patrona le imploro que ya mi pena ya la he pagado[2]; esto a pesar que la antojadiza sofisticación intelectual trate de exonerar lo que los propios reos aceptan como culpa.

Nadie niega la eficacia terapéutica del arte, y la buena dosis de humanidad que insufla a todos nosotros, hombres y mujeres. Sin embargo existe una condición sine qua non que permite el florecimiento del arte y de cualquier otra práctica beneficiosa: el cultivo del hábito. Ya Aristóteles mencionaba sus beneficios al modelar la voluntad mediante los buenos hábitos, luego de fijar aquel histórico postulado que define al hombre como un ser con inteligencia, pasión y voluntad. La práctica constante del bien, diría el Estagirita, será aquel recurso que permita al hombre doblegar su pasión y afinar su intelecto[3]; posición opuesta a la de su maestro Platón quien señalaba que el conocimiento del bien aseguraba por sí una vida virtuosa. Lamentablemente los postulados liberales actuales, siguiendo la pauta del viejo Rousseau, desterrarán cualquier contenido positivo al hábito y la disciplina, queriéndolos suplir –y estableciendo entre ellos una inexistente oposición– con una serie de medidas que desarrollen exponencialmente la imaginación, la autonomía y la libertad. Falsa disputa que, entonces, merece ser superada.   

Un hermoso testimonio de humanidad recuperada a fuerza de buenos hábitos y cultivo del arte, César debe morir nos presenta una luz al final del camino a la vez que nos recuerda aquella elocuente frase del General Juan Domingo Perón: “Nosotros somos buenos, pero cuando nos vigilan somos mejores”. Gran documento que merece ser contrastado con las fallidas medidas penitenciarias (hacinamiento, promiscuidad, desorden y corrupción) de nuestro país.         





[1] ROUSSEAU, Juan Jacobo (1754). Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres; (1761) Julia, o la Nueva Eloísa; (1962) El Emilio, o de la educación. Véase: DOMINGO, Miguela (2002) Naturaleza humana y estado de educación en Rousseau: la sociedad. En: Pulso. Año 2002, XXV. P. 45-60.
[2] LATÍN BROTHERS (1976). Patrona de los reclusos. En el álbum: Te encontré. Colombia. Discos Fuentes. 6.04 min.
[3] ARISTÓTELES. Ética a Nicómaco. Libro X. Cap. IX; La Política. Libro V. Cap. III. Véase además: QUICIOS GARCÍA, María del Pilar (2002). Aristóteles y la educación en la virtud. Madrid : Universidad Nacional de Educación a Distancia (España). Pp. 24. 

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