viernes, 16 de mayo de 2014

Primero de mayo: La clase obrera va al paraíso.

Primero de mayo: La clase obrera va al paraíso, de Elio Petri
Elio Petri: La clase operaria va in paradiso. Uro International. Italia. 1971. 126 min.



Italia en los años 70’ era un territorio convulso. Las Brigadas Rojas –grupo terrorista de extrema izquierda con filiaciones con nuestro Sendero Luminoso– impondrá una política de terror basándose en acciones subversivas; por otro lado los sindicatos y partidos de izquierda resucitarán el “viejo espíritu partisano” que andaba muy menguado por entonces, todo a consecuencia del descalabro económico que sufrió el país a finales de los sesenta; finalmente el movimiento obrero y universitario estará fuertemente influido por los movimientos revolucionarios que sacudieron el mundo en el año de 1968: El mayo francés, la masacre de Tlateolco en México, la masacre soviética en Praga… Se hacía imperioso que el cine –arte de masas– reflejara esta compleja realidad. Así pues un grupo de directores y actores comprometidos con los partidos de izquierda, de entre los que resaltaban Giuliano Montaldo y Elio Petri, desarrollarán una filmografía sugerente y vigorosa, que busque apuntalar sus consignas ideológicas. Petri, en esta línea rodará films como Investigación de un ciudadano libre de toda sospecha (1970) y la que nos ocupa: La clase obrera va al paraíso (1971).   

Lulú (Gian María Volonté) es un diligente obrero que es víctima de los celos y el rechazo de sus compañeros de fábrica a causa de su espíritu de servicio. Por el contrario en su vida privada sufre desavenencias con sus hijos y esposa, a causa de los problemas económicos que afronta y el poco tiempo que dedica a su familia. Finalmente, luego de perder un dedo en un accidente de trabajo, Lulú se torna en un apasionado luchador social. Al dedicarse por entero a la contienda por los derechos laborales sufre su mayor decepción: su familia lo abandona, el sindicato le da la espalda por “radical”, y hasta los universitarios de izquierda lo rechazan luego de endosarle la singular denominación de “lumpen proletario no apto para la revolución”. Finalmente, y ya abandonada toda esperanza, reingresará a la fábrica una vez más.

Cuentan los propios directores del film que –de acuerdo a los criterios “horizontales y participativos” de la época– al término de la película se llevó a cabo una mesa redonda en la misma fábrica donde previamente se había rodado, buscando apuntalar la conciencia de los trabajadores miembros del sindicato. Al final del evento el sentimiento unánime de los trabajadores fue expresado por su director, Jean-Marie Straub, quien señaló públicamente que “Todas las copias de La clase obrera va al Paraíso deberían quemarse inmediatamente”. Resulta paradójico, pues, que un film que condenaba la abusiva ideologización del sector obrero –que muchas veces dispuso el sacrificio de los obreros y  sus reivindicaciones por seguir intereses estrictamente partidarias–, termine siendo tildado por los héroes que representa como un elemento de manipulación de las masas de trabajadores por parte de los intelectuales, universitarios y políticos de izquierda.

La clase obrera va al paraíso evidenciará quizás, y tal vez sin proponérselo, un nuevo rumbo en la conciencia social del pueblo italiano. Uno que en los años posteriores permanecerá escéptico frente a los tradicionales partidos socialistas y comunistas, y que a la vez condenará toda iniciativa subversiva o terrorista para lograr la tan ansiada Justicia Social. Muestra de ello serían las espontáneas huelgas que en 1978 paralizarán centenares de fábricas en Italia a consecuencia del secuestro y posterior asesinato del Primer Ministro Italiano Aldo Moro, victimado por las “Brigadas Rojas” acusado de enemigo del pueblo por su condición de socialcristiano. Un tiempo de ebullición por los derechos civiles, sociales y sindicales se hubo de extinguir –infelizmente– a causa de unos cuantos grupos, cegados por el dogma marxista y aferrados a una filosofía de espaldas a la realidad. 

Más allá que la cinta no descolla en el aspecto estrictamente cinematográfico –a pesar de haber obtenido el Gran Prix en Cannes en el año 1972–  esta constituye un excelente documento de la crisis social y política de la Europa de esos años, además de resultar un film cautivante y dinámico. Una buena elección para recordar el Primero de Mayo.


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