Primero de mayo: La
clase obrera va al paraíso, de Elio Petri
Elio Petri: La clase operaria va in
paradiso. Uro International. Italia. 1971. 126 min.
Italia en los años 70’ era un territorio convulso. Las Brigadas Rojas –grupo
terrorista de extrema izquierda con filiaciones con nuestro Sendero Luminoso–
impondrá una política de terror basándose en acciones subversivas; por otro
lado los sindicatos y partidos de izquierda resucitarán el “viejo espíritu
partisano” que andaba muy menguado por entonces, todo a consecuencia del
descalabro económico que sufrió el país a finales de los sesenta; finalmente el
movimiento obrero y universitario estará fuertemente influido por los
movimientos revolucionarios que sacudieron el mundo en el año de 1968: El mayo
francés, la masacre de Tlateolco en México, la masacre soviética en Praga… Se
hacía imperioso que el cine –arte de masas– reflejara esta compleja realidad. Así
pues un grupo de directores y actores comprometidos con los partidos de
izquierda, de entre los que resaltaban Giuliano Montaldo y Elio Petri,
desarrollarán una filmografía sugerente y vigorosa, que busque apuntalar sus
consignas ideológicas. Petri, en esta línea rodará films como Investigación de un ciudadano libre de toda
sospecha (1970) y la que nos ocupa: La
clase obrera va al paraíso (1971).
Lulú (Gian María Volonté) es un diligente obrero que es víctima de los
celos y el rechazo de sus compañeros de fábrica a causa de su espíritu de
servicio. Por el contrario en su vida privada sufre desavenencias con sus hijos
y esposa, a causa de los problemas económicos que afronta y el poco tiempo que
dedica a su familia. Finalmente, luego de perder un dedo en un accidente de
trabajo, Lulú se torna en un apasionado luchador social. Al dedicarse por
entero a la contienda por los derechos laborales sufre su mayor decepción: su
familia lo abandona, el sindicato le da la espalda por “radical”, y hasta los
universitarios de izquierda lo rechazan luego de endosarle la singular denominación
de “lumpen proletario no apto para la revolución”. Finalmente, y ya abandonada
toda esperanza, reingresará a la fábrica una vez más.
Cuentan los propios directores del film que –de acuerdo a los criterios
“horizontales y participativos” de la época– al término de la película se llevó
a cabo una mesa redonda en la misma fábrica donde previamente se había rodado,
buscando apuntalar la conciencia de los trabajadores miembros del sindicato. Al
final del evento el sentimiento unánime de los trabajadores fue expresado por
su director, Jean-Marie Straub, quien señaló públicamente que “Todas las copias
de La clase obrera va al Paraíso deberían quemarse inmediatamente”.
Resulta paradójico, pues, que un film que condenaba la abusiva ideologización
del sector obrero –que muchas veces dispuso el sacrificio de los obreros y sus reivindicaciones por seguir intereses
estrictamente partidarias–, termine siendo tildado por los héroes que
representa como un elemento de manipulación de las masas de trabajadores por parte
de los intelectuales, universitarios y políticos de izquierda.
La clase obrera va al paraíso evidenciará quizás, y tal vez sin proponérselo, un nuevo rumbo en la conciencia
social del pueblo italiano. Uno que en los años posteriores permanecerá escéptico
frente a los tradicionales partidos socialistas y comunistas, y que a la vez
condenará toda iniciativa subversiva o terrorista para lograr la tan ansiada
Justicia Social. Muestra de ello serían las espontáneas huelgas que en 1978
paralizarán centenares de fábricas en Italia a consecuencia del secuestro y
posterior asesinato del Primer Ministro Italiano Aldo Moro, victimado por las
“Brigadas Rojas” acusado de enemigo del pueblo por su condición de
socialcristiano. Un tiempo de ebullición por los derechos civiles, sociales y
sindicales se hubo de extinguir –infelizmente– a causa de unos cuantos grupos,
cegados por el dogma marxista y aferrados a una filosofía de espaldas a la
realidad.
Más allá que la cinta no descolla en el aspecto estrictamente
cinematográfico –a pesar de haber obtenido el Gran Prix en Cannes en el año
1972– esta constituye un excelente
documento de la crisis social y política de la Europa de esos años, además de
resultar un film cautivante y dinámico. Una buena elección para recordar el
Primero de Mayo.
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