La
fascinación por el Oriente: Nocturno Indio, de Alain Corneau.
Alain Corneau: Nocturne Indien. A.F.C., Ciné 5, Sara
Films. Francia. 1989. 110 min.
Basada
en la novela homónima de Antonio Tabucchi, Nocturne
Indien nos sumerge en un delicioso viaje de
autoconocimiento y revelación por el Oriente. Rousignol (Jean-Hugues
Anglade) parte desde Francia hasta la India en busca de un hombre perdido en el
Oriente. En el camino vivirá increíbles experiencias de fuerte contenido
místico. Sus densos y opacos coloquios –como aquel que mantuvo con Peter
Schlemihl, el famoso personaje de Von Chamisso– nos llevarán forzosamente a
reflexionar, casi sin querer, sobre la frágil condición humana.
Corneau
presentará ante nosotros escenas que ya son clásicas. Discurriendo ante
nuestros ojos, hermosas tomas nos mostrarán la dolorosa realidad de los
hacinados hospitales indios, o toda la crudeza los barrios de prostitutas en Bombay;
sublimando, luego, estos asfixiantes ambientes mediante una cuidada
cinematografía. Con admirable delicadeza, y apoyado en la gran obra de Tabucchi, el gran
director francés nos interna pues, en una vívida atmósfera oriental; escenario que
resumirá perfectamente la fascinación que –desde Marco Polo– ejerce el Oriente
en nuestra cultura.
La
importancia de este film, sin embargo, no quedará sentada por, simplemente, intentar escudriñar las entrañas de la
ancestral cultura del sub-continente. Guardamos en la memoria hermosas cintas
que han ganado un sitial en los anales del cine. Títulos como El río (1951) de Jean Renoir, nos
aproximarán también a la India, pero desde la mirada documental -con toda la distancia que esto conlleva- y haciendo
énfasis en lo pintoresco. Otras obras, como las que componen La trilogía de Apu (1955-1959), y de la que ya hemos tratado en anteriores
ocasiones, constituirán una mirada “desde adentro” en una suerte de neorrealismo hindú. La diferencia que entonces
radica entre estos films y Nocturno Indio, estará en que esta cinta ha logrado
con mayor acierto describir, ya no parte de las costumbres de ese rincón del
mundo, sino graficar puntualmente lo que significa la India para el imaginario
occidental: encontrase con la raíz misma de nuestra civilización en un estado
primigenio, rebuscar en sus arcanos aquellas respuestas para aquel enigma que
llamamos persona.
De
otro lado, y dándole la razón a aquel dicho que dice “de tal lugar, cual
costumbre”, en films de reciente data –como los insoportables Comer, rezar, amar (2010) y El maravilloso hotel Marigold (2012)– advertiremos
cómo insulsos y alelados anglosajones tratarán de encontrar sus orígenes en un
viaje hacia el este, para terminar viviendo una excursión de pacotilla con
ínfulas místicas. Estos films, si bien están animados por el mismo espíritu de
la cinta bajo comentario, pueden considerarse como las antípodas de la película
de Corneau, ya sea por los contrarios efectos que logran, como por su
superficialidad y mala factura de su producción.
Film
memorable, de hondura pocas veces alcanzada, Nocturno Indio actualiza la eterna
exploración de Diógenes el Cínico, el
legendario filósofo griego quien,
buscando a un hombre con linterna en mano y a plena luz del día, intentaba día
a día encontrarse consigo mismo.