Mike Leigh: Film 4, Ingenious Films, UK Film Council. 118 min. 2008.
Esta divertida película nos introduce en el día a día de Poppy, una joven inglesa quien vive una existencia como profesora en un jardín de niños. Mediante exquisitos diálogos con altas dosis de buen humor, Poppy nos esboza su ideal de vida, basado en el optimismo, el rescate de lo infantil y la búsqueda de la felicidad a través de pequeñas alegrías. Asimismo en el filme, y por oposición, se exponen las angustias de la vida moderna en los prósperos países del hemisferio norte, penurias que nuestra heroína tratará de explicar – y solucionar - a lo largo de la cinta. Es así que en su vida aparece una suerte de personajes apagados e irritables, quienes portan la lacra de la discriminación sexual, racial y cultural, viviendo un estado cada vez más próximo a la violencia.
La cinta – además de poseer un refinado guión y delicados tonos - podría alzarse como una suerte de apología al liberalismo en su versión más pura: aquel liberalismo que pregona la naturaleza positiva del hombre (Rousseau) y que tiene como objetivo la conquista de su felicidad (Bentham). Es así que Poppy, epítome de este pensamiento, renueva con su pequeña filosofía, un sistema que produce hombres cansados y abatidos en su “búsqueda de la felicidad por medio de las pequeñas satisfacciones”, a la vez que desliza sutilmente una suerte de crítica a aquellos sistemas que buscan la realización humana en grandes ideales universales (el anti-héroe de la película, un hombre angustiado y violento, es un católico conservador con exóticos conocimientos sobre demonología). Nuestra heroína, al encontrarse con ciertos seres que representan las vicisitudes de la vida cotidiana, traza las clásicas respuestas del liberalismo a las grietas en su sistema: “El mendigo”, más que aquejado por su situación económica, es un incomprendido y excluido social; “El violento”, es producto de un sistema educativo no-inclusivo e intolerante; “La hermana amargada”, vive así por sus prejuicios y por trazarse una vida constreñida a altas expectativas. Por oposición el Carpe Diem de Poppy aparece como el único redentor.
Estamos, pues, frente a una cinta, que a pesar de todos los reparos “ideológicos” que se le pueda hacer, es una soberbia producción, que gracias a una impecable actuación de Sally Hawkins (nominada al oscar 2009) y un ingenioso y delicado guión, nos regala unos minutos de encantador buen cine.
(IIIy 1/2: “Palmas fraternales y revolucionarias”).
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