domingo, 19 de diciembre de 2010

En el cine como en el fútbol: Un cuerpo desnudo

En el cine como en el fútbol: Un cuerpo desnudo

Francisco J. Lombardi: Mariposa Negra Producciones. 90 min. 2008.



Un aluvión de producciones nacionales – para ser más exactos: un huayco de producciones nacionales – viene invadiendo la cartelera local. Primero fue la ingenua Vidas paralelas (2008), después la ópera prima de Andrés Cotler: Pasajeros (2008), luego la aún no estrenada en nuestra ciudad: El acuarelista (2008), la decepcionante segunda película de Josué Méndez: Dioses (2008) y finalmente: Un cuerpo desnudo (2008), el último trabajo del más reconocido director peruano, realizador de filmes memorables como Tinta Roja (2000), Maruja en el infierno (1984), La boca del lobo (1988) entre otros. Esta inusual actividad de la “industria” cinematográfica peruana es pues, digna de albergar ciertas expectativas sobre el futuro de nuestro cine. Sin embargo, el asistir - hace poco - a la proyección de está última cinta, ameritó en mi caso, echar por tierra cualquier ilusión que pueda mantener sobre el progreso del cine peruano.

Es evidente la categoría “de aficionado” que tiene nuestro séptimo arte: nuestro director más laureado es más conocido en nuestro medio como el dueño de un club de fútbol de primera división y por sus entuertos con la mafia que campea en ese ambiente; la inexistencia de escuelas profesionales de cine y de movimientos artísticos que perfilen una estética original - en base de un serio análisis de las corrientes cinematográficas que nos han precedido - nos condenan a utilizar los más anticuados estilos narrativos, que no van más allá de la narración lineal y literaria, dejando de lado el valor de la imagen como el mayor medio expresivo, para finalmente confinarse en el círculo vicioso de los lugares comunes: el elogio a la criollada, la consabida temática urbana-popular, y el uso – y abuso – que se hace del habla popular en busca de una “autenticidad” ausente; finalmente recordemos que el ámbito cinematográfico – tanto en la producción como en la crítica – está plagado de abogados; el mismo Pancho Lombardi, el mejor crítico nacional: Javier Bedoya, y hasta el autor de esta pequeña crónica integran las gloriosas filas de los hombres de leyes; dejo a la opinión del lector, eso sí, sobre que tan fructífera es la injerencia de cualquier abogado en algún ámbito – ajeno al suyo - del quehacer humano.

Parece ser que Pancho Lombardi, quien con mucho acierto y haciendo frente a condiciones adversas rodó las mejores películas que tiene en su haber nuestro país, se saturó de la temática social, urbana y popular – materia en la que salía airoso – para hacer un acercamiento más psicológico a una serie de personajes cotidianos. Ciertamente ésto no es nada fácil y amerita echar mano a nuevos medios, sacrificando lo eminentemente literario – excesivos diálogos que convierten al cine como un mal remedo del teatro – por un mayor manejo de cámaras y ambientes. El saldo de la película fue un desastre: las buenas actuaciones del gran Gustavo Bueno y del talentoso Gonzalo Torres se ven totalmente anuladas gracias a una dirección deficiente. Si hablamos mal de la dirección, no podemos decir menos un guión – a cargo de Joanna Lombardi Pollarolo–, plagado de errores, saturado de una falsa espontaneidad que pretendía dar credibilidad a unos forzados y almidonados parlamentos a fuerza de soltar ajos a cada instante.

Realmente la película es digna de ver simplemente para sentir en carne propia que en el Perú las cosas están tan mal en el cine como en el fútbol; y eso sin siquiera tener a nadie que nos desafilie de la sala de proyecciones en el momento más oportuno.

(I y media: “Palmas fraternales y revolucionarias”).

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